‘Iluminados y perversos’, de Ricardo Llopesa

Ficha técnica
Título: Iluminados y perversos
Autor: Ricardo Llopesa
Editorial: Instituto de Estudios Modernistas
70 páginas
6 euros

Ricardo Llopesa es un investigador laborioso y entregado y un amante de la poesía. Creo que últimamente el centro de su atención es Rubén Darío, el príncipe de las letras castellanas, nicaragüense como él, sobre el que tiene escritos algunos libros; sin embargo, sus estudios vienen de lejos y abarcan una gran cantidad de poetas, también de otros literatos. A través de una serie de poemas, en los que de forma desgarrada, a menudo, desgrana las vidas de unos cuantos personajes históricos, entre los que no podía faltar, como es lógico, la de su compatriota.
En los dos primeros poemas, bellos, dedicados a Verlaine y a Nerón, el poeta demuestra su capacidad de síntesis, puesto que en cuantos versos recoge lo más importante de la vida de cada uno y también lo que latía en sus interiores. El tercer poema está dedicado a Darío, se le nota que lo quiere, y lo termina así:
El poeta se encerró a soñar.
Bebió. Subió a lo alto y voló.
Cuando abrió la puerta
soltó un vómito de palabras extrañas:
“Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda,
espíritus fraternos, luminosas almas, ¡salve!”
El cuarto de los poemas está dedicado a Maupaussant y en él explica de forma elegante su relación con la sífilis. En el quinto da rienda suelta a su admiración por Baudelaire. El sexto lo comienza así:
Yo conocí a Alfonso Cortés
encerrado en el manicomio de Managua.
¿Qué digo? Yo nunca conocí a Alfonso,
nunca hablé con él
ni fui su amigo.

No lo pudo conocer, pero no por falta de ganas. Alfonso Cortés, como se dice en el poema, vivió en la casa de la infancia de Rubén Darío. En el séptimo, Llopesa le dice a Nerval:
Tú eres el Tenebroso, el Desdichado,
El octavo es para Arguedas, y llena de gloria su trágica muerte. Es hermoso lo que le dice a Bécquer en el comienzo del noveno poema:
El divino Bécquer,
Gustavo Adolfo,
el poeta más exquisito de la poesía

Y también el resto. El décimo y último es para Poe. De entre los sublimes versos que le dedica, están estos:
Una mañana fría de octubre
fue enterrado en medio de la niebla
en el cementerio de Baltimore.
Nadie asistió al entierro. Nadie.
Nunca tuvo a nadie,
sólo a Virginia.

Es un bello e interesante libro que induce a querer saber más de los personajes retratados y, por tanto, a leer.
Vicente Torres

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Autor

Vicente Torres

Vicente Torres, periodista, historiador y notario del acontecer diario y sobre todo amigo leal.

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