Enrique de Diego lanza un reto a los mileuristas ante la crisis que se avecina

(PD).- La rebelión de las clases medias contra el Estado del Bienestar: es su polémica propuesta para que los «nuevos proletarios» puedan librarse de la clase parasitaria que impide todo cambio.

Mileuristas: los nuevos pobres y Crisis planetaria: la quiebra del Estado del bienestar son la continuación natural de El manifiesto de las clases medias lanzado por Enrique de Diego hace justo ahora un año y del cual dimos cuenta en su día.

Son dos obritas originales en nuestro panorama bibliográfico. La denuncia del intervencionismo estatal en su aparentemente benefactora tutela goza de un predicamento creciente. Ahí está Reinventar el Estado del Bienestar. La experiencia de Suecia (Gota a Gota) de Mauricio Rojas, presentado por José María Aznar hace pocas semanas, o el clásico recién editado en español Economía en una lección (Ciudadela), de Henry Hazlitt.

Pero faltan obras de batalla, que ocupen un bolsillo y puedan leerse en un par de trayectos largos de Metro o en el trasbordo de un vuelo, y suministren argumentos para el día a día asentando convicciones firmes en quienes no disponen de mucho tiempo ni muchas ganas para leer. Ése es el hueco que, con un esfuerzo impagable, está cubriendo De Diego en su cruzada contra un estatismo que la izquierda alienta y la derecha sólo desalienta con la boca pequeña.

La publicación de estos dos breves alegatos es oportuna en medio de la crisis económica en la que vive nuestro país, prevista al menos para dos años muy duros. Pero no se trata sólo de algo coyuntural, sino de un descoyuntamiento global del sistema socialistizante que –he ahí la paradoja- sobrevivió a la caída del Muro de Berlín. De Diego habla de una «catástrofe planetaria» porque no existe «salida dentro del modelo», y ese modelo camina a la quiebra por el incremento de población y las corrientes migratorias. Ni una ni otras sean malas en sí, al contrario, pero precisan «estructuras sociales flexibles, que incentiven la creatividad y la innovación». Se topan sin embargo con la rígida omnipresencia estatal, por un lado, y el riesgo de penetración islamista en Occidente, por otro, en una insensata inmigración no selectiva.

A lo que añadir una clase política insostenible y la proliferación de lobbies que viven del presupuesto (De Diego suele bromear presentándose como productor de cine, dado que lo sostiene con sus impuestos) o tienden a expandirlo en aras de causas biempensantes que –ya es casualidad- siempre suponen gasto público y control sobre la sociedad. La última que ha hecho fortuna es la del calentamiento global.

La sanidad, la educación y las pensiones son las tres áreas de urgente liberalización, según De Diego. Y deberían ser –sostiene- los jóvenes mileuristas quienes encabezaran el plante. Porque no han padecido las privaciones de generaciones precedentes, pero por contra sus expectativas son muy inferiores (sólo el 40% de los licenciados universitarios tienen un trabajo acorde a su nivel de estudios). Sin embargo, «han sido adormecidos por el Estado» y su «dictadura benévola», la de un Leviatán «dispuesto a llevarles –sin riesgos y sin la funesta manía de pensar- de la cuna a la tumba como un padre providente o una madre nutricia. Se les ha educado en la adoración al Estado para ser sus víctimas y, en buena medida, han interiorizado como propios los criterios –tópicos y consignas- que les llevan al desastre, a su despilfarro como generación, a su anulación como individuos, a la incapacidad para perpetuarse».

De Diego lanza estos dos aldabonazos para despertarles de la pasividad y situarse a la cabeza de la rebelión de las clases medias, que van camino de la proletarización por obra un Estado del bienestar que cada vez cumple peor sus teóricos fines. Una lectura rápida, contundente y –sobre todo- movilizadora.

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