17 años después de la masacre terrorista en las Torres Gemelas de Nueva York

17 años después de la masacre terrorista en las Torres Gemelas de Nueva York

Este 11 de septiembre del 2018 se cumplen 17 años de uno de los atentados terroristas más graves que haya presenciado la humanidad: el asesinato en masa de más de tres mil personas; la destrucción de esos dos mega-rascacielos llamados «Torres Gemelas» de Nueva York; y el ataque al Pentágono, en Washington.

Aquel 11 de septiembre del 2001, minutos antes que se estrellaran dos aviones contra las Torres Gemelas del World Trade Center, salí de casa con dirección al centro de Madrid para hacer una entrevista. Antes de entrar a la boca del Metro me llama al móvil mi novia de entonces, y me dice: “Paul, regresa urgente que acaba de haber una movida tremenda en Nueva York”. Di media vuelta, y a paso acelerado, volví a casa. Tras ver las imágenes de pesadilla, en lo primero que pensé fue en mi tía, hermana de mi padre, quien vive allí. Luego, con todo lo que aconteció aquella tarde, olvidé la entrevista y me quedé pegado al televisor.

Los medios de comunicación, con conexión en directo desde la «Ciudad de los Rascacielos», informaban que un avión se había estrellado contra una de las Torres Gemelas. Por cierto, esa imagen nadie la vio, al menos por televisión. Lo que sí se ve es la segunda colisión.

Desde entonces, hace 14 años, el mundo ha cambiado geopolíticamente.

Hoy, 11 de septiembre del 2015, el mundo entero recuerda una vez más los demenciales atentados contra las Torres Gemelas y también del edificio más protegido del planeta: el Pentágono.

Hoy repetirán, cual ovejas, todos los telediarios, periódicos, políticos, etcétera la «versión oficial» sobre esta horrorosa matanza de civiles. Nadie preguntará, ni cuestionará nada. Nada de nada. Al igual que mucha gente que no se cree la versión oficial me hago las siguientes preguntas.

En el caso del Pentágono

a.- ¿Cómo es posible que se estrelle un avión y no se encuentren restos del mismo: ni maletas, ni cadáveres, ni nada? ¡Y MENOS LAS CAJAS NEGRAS!

b.- Si de verdad se estrelló un avión, ¿por qué no se «cargó» los postes de luz que bordean el lugar del siniestro? (VER FOTO)

C.- ¿O es que nos van a hacer creer que el avión hizo malabarismo y evitó así los postes de luz que, por cierto, son muy altos?

d.- Según el «Vídeo», pero es que ni eso es: es una secuencia de tres fotogramas, que enseñó el gobierno norteamericano a la prensa (¡vaya prueba chapucera, podrían habérsela encargado a Spielberg, quizá él hubiera hecho algo más digno), se ve una estela de luz que impacta al pentágono ( y lo hace a ras del suelo). Entonces, de ser así, lo lógico es que se llevara consigo los postes…pero éstos siguen intactos y sin ningún rasguño. Y menos los inmensos jardines que rodean la zona de impacto del supuesto avión.

VUELO «UNITED 93»

a.- Vi la película sobre este tema. El «vuelo de los héroes». En el largometraje, que se basa es la versión oficial de gobierno, se ven escenas en las cuales los pasajeros llamaban a sus familias a través del teléfono móvil.(?)

b.- Lo más curioso es que, en ese entonces -y ahora, dependiendo del avión- a una altura de 30 mil pies no hay celular que valga. Aunque sí los teléfonos satélites que tienen algunos aviones. El vuelo de los héroes no tenía teléfono satélite a disposición de los pasajeros. El que crea lo contrario, cuando tenga ocasión de viajar, intente llamar a su abuelita desde 30 mil pies de altura y verá que no es posible.

LAS TORRES GEMELAS

Se dice que los terroristas que estrellaron los aviones contra los dos rascacielos tomaron clases de pilotaje para… ¡AVIONETAS!

Vamos a ver:
– No es lo mismo -por ejemplo- conducir un automóvil normal y corriente que hacerlo con un coche de Fórmula Uno, por decir algo.

– Se dice que sus instructores los calificaron como inútiles y malos estudiantes.

– La lógica lleva a pensar que un mal estudiante si no puede pilotar una avioneta… ¡MENOS LO PODRÁ HACER CON UN BOEING!
– Sigamos, un avión se estrella contra una de las torres del World Trade Center. Impacta, explota, se incendia.
– Otro avión hace lo mismo: impacta, explota, se incendia, mueren todos los pasajeros (pilotos suicidas incluidos).

– Luego las dos torres gemelas se desploman (lo curioso es que lo hacen como si hubiera sido por efecto de una demolición controlada), pero en fin, se caen por pedazos y no queda nada en pie.

– Algo más, y más increíble aún: la Torre 7 se desploma igual que las twins towers. ¿Quéeeee?. ¡Pero si a esta torre no le ha impactado ningún avión!
– Más increíble aún: tras colapsar las torres, pasa un policía y ¡oh, maravilla!: ¡¡SE ENCUENTRA EL PASAPORTE DEL MISMISIMO MOHAMED ATTA!!

– O sea: se estrella un avión a 800 o 900 km/hora; mueren todos los pasajeros; se incendia el avión, explota, se caen las torres, se evaporan las cajas negras…y el pasaporte -que seguro era de kriptonita- se salva.

– El hallazgo del pasaporte revela que fueron dos decenas de terroristas los que se inmolaron aquel día; se saben sus edades, nacionalidades, dónde comieron un día antes, patatín y patatán.

– Se descubre que quien está detrás de todo este tinglado es un tipo con barbas y turbante que desde una cueva en Afganistán organizó todo el asunto.

– A Bin Laden nadie lo vió desde entonces, salvo cuando habían elecciones en EEUU. Bueno, hace unos años lo «liquidaron» -según el gobierno de Obama- y su cuerpo lo «enterraron» en el mar Arábigo, cerca de las costas de Omán, para que nadie lo viera. Qué curioso…

Y yo me pregunto: ¿quién o quiénes están detrás de todo esto?
Me dijo un colega hace unos años: «¿Qué crees que es mejor, que mueran tres mil desgraciados, o que mueran tres millones de personas para que estos pendejos tengan la excusa y un cheque en blanco para poder apropiarse de las fuentes de energía?»

Innumerables periodistas de investigación en el mundo entero (Bruno Cardeñosa, Thierry Meyssan, entre otros) han publicado informes en los cuales detallan que todo fue un auto-ataque, cuya fin era hacer que EE.UU tuviera las manos libres y el gran pretexto para invadir Afganistán (Objetivo: el GAS y litio) e Irak, por todos es sabido que fue por el petróleo.

Hace nueve años el SENADO NORTEAMERICANO reveló un informe oficial que demuestra que nunca hubo conexión entre Bin Laden e Irak. Y si a ello le sumamos que lo de las armas de destrucción masiva también fue un puro invento del Gobierno Bush, sólo podemos decir que estamos ante un poder que hará lo que sea para conseguir sus oscuros objetivos.

Hoy, 11 de septiembre del 2015, hagamos un minuto de silencio por todos aquellos que han muerto injustamente para que unos cuantos sinvergüenzas hagan del mundo y de nuestras voluntades lo que les venga en gana.

ASÍ ERAN LAS TORRES GEMELAS CUANDO LAS VISITÉ EL AÑO 2000

MAYO DEL 2000

Era la segunda vez que viajaba a Nueva York. En la primera ocasión, finales de los ochenta, terminé ingresado no en uno, sino en dos hospitales: el Governiur y el Bellevue. En este último me operaron de un par de quistes en las muelas, que me habían provocado tal hinchazón en la cara que mi viaje terminó en pesadilla. Si viajas a Nueva York hazlo con un seguro médico, porque de lo contrario no te venden ni una aspirina si no tienes receta. Además no te atiende ni dios si no tienes la «green-card»

Los días posteriores a la operación fueron de convalecencia y descanso absoluto. Mi debilidad por la ingesta de antibióticos y los puntos de sutura provocaron que me quedara con las ganas de «patearme» toda la ciudad y subir a las torres. Prometí volver.

En mayo del 2000, coincidiendo con el «Memorial Day», fue mi revancha. Un día antes del viaje me aprovisioné de abundante material fotográfico y compré en el Corte Inglés de Madrid una videocámara con la cual pretendía inmortalizar la aventura. La videocámara nunca supe manejarla y es el motivo del porqué de lo defectuoso de la grabación.

La semana que duró mi estadía en Nueva York muchos fueron los puntos de interés que visité: el Empire State, la Estatua de la Libertad, el Museo de Historia Natural en la cual había una réplica del «Señor de Sipán» y los esqueletos de los dinosaurios que se ven en las películas.

Pero uno de mis principales objetivos era esa grandiosa mega-construcción: las Torres Gemelas. Así que tras un intento fallido por realizar, digamos, una especie de documental empírico en vídeo, me trasladé vía Ferry a «Liberty Island» en la cual se encuentra la Estatua de la Libertad y desde allí venir filmando el Skyline de Manhattan y sus impresionantes rascacielos.

Era colosal observar el Skyline de Nueva York a medida que el «ferry» se acercaba a «Battery Park». Los turistas no paraban de hacer fotos.
Tras saborear los famosos «perritos calientes» en la zona de Battery Park, dirigí mis pasos a las Torres Gemelas adentrándome en esa vorágine de rascacielos y calles que más parecían una maqueta.

Las torres eran impresionantes. Se empezaron a edificar en 1963 y se terminaron en 1972 (la torre norte) y 1973 (la torre Sur) fecha en la cual fueron inauguradas.

La Torre 2 tenía una altura de 415,5 metros, mientras que la torre 1 alcanzaba los 417 metros (521 con la antena de televisión). Con 110 plantas, eran las torres con mayor número de plantas hasta su destrucción.
Las Torres Gemelas contenían 200.000 toneladas de acero, 325.000 m³ de hormigón, 300.000 m² de superficie acristalada correspondiente a 43.600 ventanas, 239 ascensores con una capacidad media de 55 personas, 71 escaleras automáticas, 93 ha de oficinas.

Diariamente en sus instalaciones laboraban aproximadamente 50.000 trabajadores y recibían la visita de hasta 150.000 turistas. Debajo de las mismas se encontraba una estación de trenes y de metro, la cual todavía opera hoy.

Tras aguantar una larga cola y pasar los controles de seguridad los turistas subían a la cima del rascacielos en un ascensor que a velocidad de vértigo ascendía las 107 plantas. A medida que ascendíamos los oídos se taponaban como cuando uno viaja en avión.

Una vez en la cima era fabuloso disfrutar de las vistas panorámicas de la ciudad, de sus puentes, de la Estatua de la Libertad, del Puente de Verrazano, cual maqueta, a lo lejos.

Había una tienda de souvenirs en la cual adquirí un pequeño recuerdo que aún atesoro. Los turistas podían comprar posters, llaveros, camisetas, y todo ese merchandising que representaba a las «Twins Towers» y los símbolos de una ciudad impresionante.
Me pasé todo el tiempo filmando a la gente y una vez en la terraza mi única acción fue disfrutar de las maravillosas vistas que me ofrecía la ciudad desde esta altura. Parecía un sueño.

La otra Torre, al filmarla, provocaba una especie de interferencia, incluso en la grabación misma. La distorsionaba provocando un ruido molesto.
En la cima los turistas fotografiaban como locos la ciudad. Y ni qué decir de los japoneses, famosos por inmortalizar todo lo que se mueva.

En el Sbarro Street Station, una especie de cafetería ubicada una planta bajo la terraza, se podía disfrutar de bocadillos, helados o refrescos. No probé nada y regresé a la terraza al notar que me faltaba mi maletín. Lo había olvidado junto con el equipo fotográfico. Gracias a Dios aún seguía en el mismo sitio. Nadie lo había tocado.

Permanecí un par de horas más en la cima de la Torre descansando del trajín del día y agradeciendo mi suerte de ser testigo directo de semejante maravilla de la arquitectura. Se hizo de noche y era hora de marcharse.

Al retirarme de la Torre Norte opté por «filmarme» en la entrada de la misma. Coloqué el trípode y di al botón «Rec». Y mientras pronunciaba unas palabras, a manera de despedida de «mi empírico documental», se acercó un conserje o quien sea, y me espetó algunas palabras que no entendí. No entendía «ni jota» de inglés y mi «chapurreo», en ese entonces, de la lengua de Shakespeare era muy pobre. Supongo que me decía que no se podía grabar o que me largara. Algo así.

Regresé a Madrid con abundante material fotográfico y unos vídeos que con el paso del tiempo se han convertido en un archivo personal de lo que fueron aquellos impresionantes rascacielos, símbolos del poderío financiero de Estados Unidos.

Al comentarle a un colega sobre mi viaje éste me confesó: «Paul, estoy ahorrando “pelas” porque el próximo año iré con mi mujer a Estados Unidos y nuestro sueño es cenar en el restaurante Windows of the World.

Situado en las plantas 106 y 107 de la torre norte del World Trade Center, el restaurante era una referencia de lujo en Manhattan.

Tras la destrucción de las Torres Gemelas el 11 de septiembre del 2001, su sueño jamás podrá cumplirlo.

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Autor

Paul Monzón

Redactor de viajes de Periodista Digital desde sus orígenes. Actual editor del suplemento Travellers.

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