Nueva York, un año antes del 11 de septiembre del 2001

Nueva York, un año antes del 11 de septiembre del 2001

Madrid 11 de septiembre del 2010. Hace nueve años el mundo entero fue testigo directo -vía televisión- de la destrucción de las Torres Gemelas del World Trade Center de Nueva York. Desde entonces han corrido ríos de tinta sobre quién o quiénes estuvieron detrás del atentado terrorista más grave que haya sufrido la humanidad. El porqué de todo quedará en algún archivo sin desclasificar y quizá se sepa con el tiempo. Un vídeo «casero», digamos, que grabé durante unas cortas vacaciones en la ciudad de los rascacielos un año antes de la destrucción de las «Twins Towers» nos reseña lo colosales que eran y cómo cientos de turistas disfrutaban de una de las construcciones más emblemáticas del mundo de ese entonces.

Mayo del 2000.Era la segunda vez que viajaba a Nueva York. En la primera ocasión terminé no en uno, sino en dos hospitales: el Governiur y el Bellevue. En este último me operaron de un par de quistes en las muelas que me habían provocado tal hinchazón en la cara que mi viaje a la «Ciudad de los rascacielos» terminó en pesadilla. Los días posteriores a la operación fueron de convalecencia y descanso absoluto. Mi debilidad por la ingesta de antibióticos y los puntos de sutura provocaron que me quedara con las ganas de «patearme» toda la ciudad. Prometí volver.

Aquel mayo del 2000, coincidiendo con el «Memorial day», fue mi revancha. Un día antes del viaje me aprovisioné de abundante material fotográfico y compré en el Corte Inglés una videocámara con la cual pretendía inmortalizar la aventura. La videocámara nunca supe manejarla y es el porqué de lo defectuoso de la grabación. En fin.

La semana que duró mi estada en Nueva York muchos fueron los puntos de interés que visité: el Empire State, la Estatua de la Libertad, el Museo de Historia Natural en la cual habia una réplica del «Señor de Sipán» y los esqueletos de los dinosaurios que se ven en las películas.

Pero uno de mis principales objetivos era esa grandiosa megaconstrucción: las Torres Gemelas. Así que tras un intento fallido por realizar, digamos, una especie de documental empirico en vídeo, me trasladé vía Ferry a «Liberty Island» en la cual se encuentra la Estatua de la Libertad y desde allí venir filmando el Skyline de Manhattan y sus impresionantes rascacielos.

Era colosal observar el Skyline de Nueva York a medida que el «ferry» se acercaba a «Battery Park». Los turistas no paraban de hacer fotos.

Tras saborear los famosos «perritos calientes» en la zona de Battery Park, dirigí mis pasos a las Torres Gemelas adentrándome en esa vorágine de rascacielos y calles que más parecían una maqueta.

Las torres eran impresionantes. Se empezaron a edificar en 1963 y se terminaron en 1972 (la torre norte) y 1973 (la torre Sur) fecha en la cual fueron inauguradas.

La Torre 2 tenía una altura de 415,5 metros, mientras que la torre 1 alcanzaba los 417 metros (521 con la antena de televisión). Con 110 plantas, eran las torres con mayor número de plantas hasta su destrucción.

Las Torres Gemelas contenían 200.000 toneladas de acero, 325.000 m³ de hormigón, 300.000 m² de superficie acristalada correspondiente a 43.600 ventanas, 239 ascensores con una capacidad media de 55 personas, 71 escaleras automáticas, 93 ha de oficinas.

Diariamente en sus instalaciones laboraban aproximadamente 50.000 trabajadores y recibían la visita de hasta 150.000 turistas. Debajo de las mismas se encontraba una estación de trenes y de metro, la cual todavía opera hoy.

Tras aguantar una larga cola y pasar los controles de seguridad los turistas subían a la cima del rascacielos en un ascensor que a velocidad de vértigo ascendía las 107 plantas. A medida que subíamos los oídos se taponaban como cuando uno viaja en avión.

Una vez en la cima era fabuloso disfrutar de las vistas panorámicas de la ciudad, de sus puentes, de la Estatua de la Libertad, del Puente de Verrazano, cual maqueta, a lo lejos.

En la tienda de souvenirs adquirí una pequeño recuerdo que aún atesoro. Los turistas podían comprar posters, llaveros, camisetas, y todo ese merchandising que representaba a las «Twins Towers» y los símbolos de una ciudad impresionante. Me pasé todo el tiempo filmando a la gente y una vez en la terraza mi única acción fue disfrutar de lo maravilloso de las vistas que me ofrecía la ciudad desde esta altura. Parecía un sueño.

La otra Torre, al filmarla, provocaba una especie de interferencia incluso en la grabación misma. La distorsionaba provocando un ruido molesto.

En la cima los turistas fotografiaban como locos la ciudad, y ni qué decir de los japoneses, famosos por inmortalizar todo lo que se mueva.

En el Sbarro Street Station, una especie de cafetería ubicada una planta bajo la terraza, se podía disfrutar de bocadillos, helados o refrescos. No probé nada y regresé a la terraza al notar que me faltaba mi maletín. Lo había olvidado junto con el equipo fotográfico. Gracias a Dios aún seguía en el mismo sitio. Nadie lo había tocado. Permanecí un par de horas más en la cima de la Torre agradeciendo mi suerte de ser testigo de semejante maravilla de la arquitectura, y descansando del trajín del día. Se hacía de noche y era hora de marcharse.

Al retirarme de las Torres Gemelas opté por «filmame», digamos, en la entrada de la misma. Coloqué el trípode y di al botón «rec». Y mientras pronunciaba unas palabras, a manera de despedida de «mi empírico documental», se acercó un conserje o quien sea, y me espetó algunas palabras que no entendí. No entendía «ni jota» de inglés y mi «chapurreo», en ese entonces, de la lengua de Shakespeare era muy pobre. Supongo que me decía que no se podía grabar o que me largara. Algo así. En fin.

Regresé a Madrid con abundante material fotográfico y unos vídeos que con el paso del tiempo se han convertido en un archivo de lo que fueron aquellos impresionantes rascacielos, simbolos del poderío financiero de Estados Unidos.

Al comentarle a un colega sobre mi viaje éste me confesó:»Paul, estoy ahorrando pelas porque el próximo año iré con mi mujer a Estados Unidos y nuestro sueño es cenar en el restaurante Windows of the world» Situado en las plantas 106 y 107 de la torre norte del World Trade Center, era una referencia de lujo en Manhattan. Tras la destrucción de las Torres Gemelas en el atentado terrorista del 11 de septiembre del 2001, su sueño jamás podrá cumplirlo.

TORRES GEMELAS. N.Y Un año antes del 11-S

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Autor

Paul Monzón

Redactor de viajes de Periodista Digital desde sus orígenes. Actual editor del suplemento Travellers.

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