Cuatro años después del 15-M, este finalmente ha estallado en la arena política. Se ha llevado por delante la piel de toro azul del Rajoy mudo y ha dejado languideciendo, aunque disimule, al PSOE de Pedro Sánchez, el esforzado yerno perfecto. A quienes fueron estiletes alternativos a ese bipartidismo hercúleo durante tres décadas, IU y UPyD, el vendaval los ha dejado en porretas.
Me ocupo aquí de los magenta: Rosa Díez habría sido una gran presidenta del Gobierno y, durante siete años, fue haz de esperanza para muchos. Le sobró el último año. Las europeas de hace 365 días marcaban el camino: la gente quiere caras nuevas. Ella, sin quererlo, ha “envejecido” a su partido, para muchos simplemente “el partido de Rosa Díez”. Cae mal a muchos y, aunque inmerecida, su fama es de autoritaria. En definitiva, no concuerda con la nueva época de diálogo sí o sí, de pactos y alianzas se quiera o no.
Hace un año debía de haberse convocado el congreso extraordinario que hoy se acaba de fijar para el 11 de julio. Habría salido elegida quien creo que será la nueva líder: Irene Lozano. Dinámica, dialogante, abierta. Es esencia de UPyD y se adapta perfectamente a los nuevos tiempos. ¿Llega a tiempo de resucitar a los suyos antes de las generales? En esta España convulsa, ¿por qué no?
PD: Artículo publicado en Cuadrilátero 33, dentro del debate ‘El día después de las elecciones’.
MIGUEL ÁNGEL MALAVIA