La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

La expiación de Asier Etxeandia

Todos los que hemos sido “el tonto de clase” le estamos agradecidos a Asier Etxeandia. ‘El intérprete’ es mucho más que un monólogo, una obra de teatro o un show musical. Es la expiación de ese chico de nueve años que jugaba a ser artista en su casa de Bilbao, mientras sus padres discutían en la habitación de al lado o los coches de la autovía de enfrente retumbaban en el suelo de su casa. Pero es mucho más: es la expiación de todos los que hemos sido niños “raros” a ojos de los demás.

Anoche, mientras vibraba junto al resto del público en dos horas y media de frenesí, hubo varios momentos en que, en medio de tanta convulsión orgiástica, me estremecía ante la tristeza íntima que reflejaba esa historia tan personal. El Asier de 39 años que teníamos ante nuestros ojos era el Asier de 1984, cuando este solo tenía 9 años. Era el mismo espíritu genial que, solo en su cuarto, se pintaba los ojos “para ver más lejos”, luchaba “por su sombrero” (en realidad, le pegaban los otros chicos por ser distinto) o se aprendía las canciones que más gustaban a sus padres para llegar a cantárselas “algún día” y que así estuviesen orgullosos de él. Aunque sea ya en otra vida.

El Asier que se mete en la piel de ‘El intérprete’ es un niño soñador que ensaya pasos de baile, vuelos de aves alocadas y saltos de animales fantasmagóricos. En ese mismo cuarto solitario, ya estallará como un joven adolescente e incomprendido que se acabará metiendo en la boca del lobo de las drogas y los tranquilizantes, consciente de que hace sufrir a los suyos por no seguir el patrón imperante. Todo como parte de un proceso de expiación, pues sabe que, precisamente, los suyos reconocen que están ante un ser especial, maravilloso, generador de belleza y libertad. Y de dolor, mucho dolor.

Cómo no darle las gracias a este Asier de 39 años. Como Oscar Wilde en ‘De Profundis’, ha rescatado su momento más íntimo, surcado muchas veces por el sufrimiento, y lo ha metabolizado en una obra de arte única. En un escenario que es un rincón propio, ante sus amigos invisibles (el público cómplice), se abre las tripas en canal y, oh milagro, nace un hombre nuevo que en realidad siempre lo fue. Distinto. Original. Único. Aunque fuera el tonto de la clase.

Muchos sentimos de un modo abrasador que dentro de nosotros puede haber algo muy grande. Solo unos pocos poetas saben canalizarlo en algo que hace disfrutar, sentir y vivir a los demás.

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

PD: La autora de la imagen es Blanca Serrano.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA
Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Lo más leído