Me gustan la carne, la pasta, el vino, la cerveza y el ron. No me gustan la verdura, las aceitunas, el vinagre ni la coca-cola a secas. Me gusta el deporte, no me gusta la actual mercantilización del deporte. Me gusta el Real Madrid, no me gustan (nada de nada) ni el Barça ni el Atleti. No me gustan los patrocinadores liberticidas del Real Madrid, el Barça y el Atleti. Me gustan, además, el Conquense y San Lorenzo de Almagro.
Me gusta la coherencia, pero incurro en la incoherencia constante. No me gusta la tortura animal, pero no puedo ocultar algo que siento desde las entrañas: me gusta con pasión la tauromaquia. Me gustan Sabina, Serrat, Mariza, Edith Piaf, Marlene Dietrich, Concha Buika y Estrella Morente. No me gustan los productos artificiales surgidos de Operación Triunfo ni las discográficas centradas exclusivamente en la peseta.
Me gustan Unamuno, Lorca, Miguel Hernández, Wilde, Delibes y Benedetti. No me gustan los Ken Follet o los Dan Brown que escriben al dictado de la peseta. Este año me han gustado especialmente dos películas: Begin again y Relatos salvajes. Me gustan series como Homeland, The Big Bang Theory, Isabel o Cuéntame cómo pasó. Me gusta la pintura surrealista, sobre todo si es sensual. Me gusta, muchísimo, escribir. Me gusta hablar con un amigo o desconocido, sobre todo en un bar. Me gustan los debates, cada vez me gustan menos las tertulias de la tele. Me gusta con pasión el período histórico de la España convulsa y rota de finales del siglo XIX. Creo que no me habría gustado vivir en esa España aún más decadente que esta.
Me gustan las personas e instituciones que se entregan por los demás. Me gustan Manos Unidas, Cáritas, San Juan de Dios, Entreculturas, Misiones Salesianas o los Hijos de la Caridad. Me gusta muchísimo el Papa Francisco. Y Benedicto XVI. No me gustan los traidores, trepas ni corruptos. No me gustan la mayor parte de los líderes políticos del mundo ni España. Me gustan jóvenes políticos que surgen e ilusionan: me gustan Irene Lozano, Beatriz Talegón, Borja Semper. Y muchos más, también veteranos decentes. Me gusta tener esperanza y pensar que no todo está podrido.
Lo que más me gusta es la familia, mi gente y vivir. No me gusta pensar que tengo que morir. Pero es mi única certeza: moriré.
MIGUEL ÁNGEL MALAVIA
