La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

El colonialismo es pecado

No soy teólogo (me quedo en creyente de caminar errático aunque con buena voluntad), pero sí me atrevo a sentenciar esto: el colonialismo es pecado. Si Dios nos hizo libres e iguales, ¿qué perniciosa ideología se permite partir de la propia superioridad y, tras someter a un pueblo extraño, hacerse con las riendas de su destino? Dejemos la religión a un lado y centrémonos en la diosa economía: el eje sustentador del colonialismo es la rapiña: hacerse, en ámbitos marcados por la debilidad, con materias primas y canales de producción que engordan en exclusiva la barriga de la metrópoli.

En la católica España, donde el sol no se ponía jamás, hemos pagado la culpa de ese pecado. Aunque no totalmente. América se perdió con sangre y fuego en el albor del XIX, culminando tal proceso, al final de esa centuria, en el Desastre del 98: en plena crisis interna, la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas confirmaba la gran depresión; no solo éramos ya una potencia de segunda fila, cediendo ante los emergentes Estados Unidos, sino que la piel de toro se veía arrasada, una vez más, por nuestra atávica división. “Los hunos contra los otros”, que diría Unamuno. Ya sabemos cómo terminó…

Paradojas de la Historia, con Franco se sepultó la España aún imperial en África, siendo Guinea Ecuatorial y el Sáhara los dos grandes fortines. Eran tiempos de Guerra Fría, deseando el régimen perpetuarse contando con el favor de Estados Unidos. Por la influencia del nuevo César, de Guinea nos fuimos en 1968. Lo hicimos amparando un proceso constitucional que, obviamente, culminó en dictadura. Hoy el sátrapa es Obiang, pero no nos interesa. Del Sáhara nos marchamos aún peor: en 1975, en plena agonía del dictador, se obvió la Marcha Verde y Marruecos quedó como amo y señor de un pueblo que es nación y que, pese a contar con el “apoyo” de ese ente llamado “comunidad internacional”, continúa en una tienda de campaña, en pleno desierto.

Todos nuestros presidentes dicen apoyar la causa saharaui (como la democracia en Guinea), pero al final impera el negocio y permitimos el latrocinio. ¿Cuántos siglos tendrán que pasar para que actuemos en consecuencia y dejemos de ser, no ya metrópolis, sino los perros guardianes de los príncipes de las colonias?

PD. Artículo publicado en Cuadrilátero 33, dentro del combate ‘El pueblo saharaui sigue esperando’.

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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