La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

Los intereses que azuzan el árbol del odio entre Israel y Palestina


Me niego a ser 100% propalestino o proisraelí. Es un problema complejísimo con un origen de siglos (no de seis décadas) y que afecta a dos pueblos y a tres religiones, puesto que muchos parecen olvidar que los cristianos, aunque sean clara minoría, son palestinos. Dicho esto, no soy equidistante. No puedo serlo. Respecto a la última crisis, pese a que en España haya periódicos como La Razón que se hayan constituido en el instrumento oficial de propaganda de la embajada de Israel o haya colectivos que tachen sin más de terrorista al Estado de Israel, tengo una opinión clara: podrán caer cohetes de Hamas en territorio israelí (lo que condeno), pero no han matado a nadie (porque no han podido). En cambio, las potentes bombas de Israel han matado en unos días al menos a 130 personas; la mayoría civiles inocentes. No, no es lo mismo. Estamos hablando de David contra Goliat
.

Pero, de todo esto, lo que más deseo no es saber quién tiene razón, sino que haya paz. Algo para lo que hay que sumergirse en los orígenes históricos, al menos en los más directos. ¿Fue un fallo de la comunidad internacional promover, tras el impacto del Holocausto, la creación del Estado de Israel allí donde se cifraba su Tierra Prometida? No lo sé. Lo que sí es seguro es que Palestina se equivocó al no constituirse en Estado a la vez que los israelíes en 1948. En vez de eso, pensaron que el resto de los pueblos árabes les apoyarían y acabarían tirando a los judíos al mar. Se equivocaron. Midieron mal sus fuerzas y se vieron traicionados por quienes creían que serían sus aliados. En esa y en las siguientes guerras que estarían por llegar en las décadas siguientes.

El resultado es que hoy tenemos a Israel como una potencia fuerte y al pueblo palestino como una comunidad asfixiada en su propia casa. Jamás podré estar de acuerdo con el Muro de Israel, que divide arbitrariamente a territorios y familias, incumpliendo muchas veces en su recorrido los acuerdos fijados en su día y fraguándolo frente al silencio cómplice de la comunidad internacional. Jamás estaré de acuerdo con el terrorismo ni con los actos de venganza, provengan de una milicia armada o de un Estado.

Lo peor de todo es que es muy difícil pensar en una posibilidad real de paz. Pero, sobre todo, por los intereses ocultos a los que no les conviene, internos y externos. ¿Quién azuza el árbol del odio entre Israel y Palestina? ¿A quién le beneficiaba, tras el inspirador encuentro de oración por la paz con el Papa Francisco entre los principales representantes de Israel y Palestina, que todo saltara por los aires? ¿Quién dictó el secuestro de los tres chicos judíos solo tres días después de esa ilusionante cita en Roma? ¿Fueron solo dos incontrolados? Y luego, una vez que estos pobres chicos aparecieron asesinados, ¿quién organizó el brutal homicidio de un niño palestino? ¿Solo unos ultraortodoxos? Y, en caso de que ambos crímenes hubiesen sido obra de elementos descontrolados, ¿por qué poner en marcha una maquinaria de guerra? ¿Qué busca Israel ahora con la amenaza de una invasión terrestre en Gaza, tras bombardearla ciegamente durante días y dejando un reguero de sangre? ¿El imposible de destruir a Hamas, terrorista o no, pero colectivo votado por los habitantes de Gaza? ¿A quién le convenía que Hamas y Al Fatah estuvieran enfrentadas durante siete años, dividiendo en dos el territorio palestino entre Gaza y Cisjordania? ¿A quién le perjudicaba que, al fin, un par de meses atrás, las dos facciones palestinas acordaran fijar un Gobierno de unidad en manos de un equipo técnico? ¿Vale la simple coartada de que Hamas es un grupo terrorista, sin aceptar un simple matiz? ¿Hasta dónde llegan esos intereses? ¿Por qué hay medios occidentales que están en bloque con uno u otro pueblo y le hacen de gabinete de prensa, ofreciendo sin más sus directrices propagandísticas?

Y, lo peor de todo, ¿esos tentáculos son capaces de hacer que la comunidad internacional sea ciega, sorda y muda?

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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