No sabía bien cómo escribir sobre el tema. Hasta ahora, cuando he escuchado las declaraciones que el propio Pedro J. Ramírez ha realizado en ‘Al Rojo Vivo’, de ‘LaSexta’. El hasta ahora director de ‘El Mundo’ (lo es hasta este domingo) ha reconocido que su salida es consecuencia del “cerco” del Gobierno sobre su grupo de comunicación, Unidad Editorial. No ha dicho directamente que Rajoy haya pedido su cabeza, pero sí que él es “la última víctima de un proceso de desmocratización”. Y es que todos sabemos que se puede forzar el despido de un referente informativo sin dar una sola consigna. Basta con ahogar a su medio quitándole la publicidad institucional. Algo que Pedro J. reconoce que ha sucedido, perdiendo ‘el Mundo’ casi toda la que recibía de las diferentes administraciones del PP. Así, si en 2007 recaudaban 2.000 millones de euros, crisis aparte, ahora están en los 700. ¿Que esto no es tan importante? Que se lo digan a ‘El País’ y sus “casuales” últimos editoriales elogiosos con varias políticas de Rajoy…
No estoy dentro de la redacción de ‘El Mundo’ como para saber qué se cocía ahí. Pero sí sé lo que todos los ciudadanos conocemos. Pedro J. es el periodista en ejercicio (Cebrián está a ese nivel, pero ya solo es directivo) con más poder de España. Una fuerza que, en toda su trayectoria, le ha permitido destapar con valentía e independencia toda la morralla que tratan de ocultar los golfantes corruptos. Una labor despiadada y sin colores, que ha afectado al PSOE, a CIU, a los sindicatos, al Barça de Rosell y hasta a la Infanta Cristina, entre mucho otros. La última “víctima” ha sido el PP, especialmente con el ‘Caso Bárcenas’. Este escándalo, en palabras del propio director de ‘El Mundo’, es lo que le ha acabado costando el cargo.
Ahora bien, una cosa es que esto ya no asombre a nadie y otra que lo aceptemos como algo normal. ¿Es lógico que un Gobierno pueda quitarse de en medio a un periodista que le molesta en exceso? Y, si esto es falso, ¿cuándo va a salir el Gobierno a defender su inocencia? ¿Y el resto de medios de papel, no informan sobre lo ocurrido y tratan de aportar claves escondidas? ¿Por qué solo desarrollan esta función escrutadora los medios digitales sin grandes empresas a sus espaldas? ¿Ya todo va a quedar reducido a periódicos oficialistas, con sus directores actuando como correas de transmisión de los intereses del poder? ¿No se monta un escándalo como sí se hubiera producido en Gran Bretaña o en los Estados Unidos? Pero no, no está pasando nada excesivamente significativo más allá del mundillo periodístico. En unos días, ya no se hablará de esto. Como tampoco se comentarán las palabras de alguien como Pilar Rahola, política profesional, que celebra esta jugada como “una victoria” de la libertad y la democracia (aunque luego borre la frase de su Twitter, supongo que avergonzada). Y todo porque ve en ese periodista a un enemigo de sus ideas… Este es el nivel.
Todo esto es un síntoma de la mala salud del periodismo independiente en España. Es decir, de la mala salud de nuestra democracia. Porque, sin periodistas que “presionen” a los gobernantes con la lupa que pueda desnudar en cualquier momento sus posibles fechorías, esto sería una selva. La sociedad, de por sí adormecida, no se enteraría de nada. Y, ciego el pueblo, un Gobierno tiene todo el campo abierto hacia la libertad de acción: esto es, hacia la tiranía.
Podrá gustar o no Pedro J., pero ese no es el tema. Si es cierto que un Gobierno se ha cargado al periodista con más poder de este país, la crisis de esta sociedad va mucho más allá de lo que nos dice la economía.
MIGUEL ÁNGEL MALAVIA
