La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

Johnny Cash crucificado

La soldadesca presa aúlla, aunque solo sea en tu cabeza, Johnny Cash. En tu último suspiro, justo antes de morir, tú, la voz del country más profundamente americano, te sientes en uno de tus míticos conciertos en la cárcel. Sin embargo, esta vez, aunque sigas oyendo con toda claridad el rugido de los reclusos, que patean el suelo con furia, no puedes sino entregarte a tu canción más desgarrada y auténtica, que resbala de tus labios añejos a modo de balada espiritual. Así, tras un silencio en el que quieres buscar a June, ya musa entre la niebla, te rajas por dentro y entonas tu ‘Hurt’ (‘Roto’): “Me hice daño a mí mismo hoy, / para averiguar si todavía sentía algo. / Me centré en el dolor, / la única cosa que es real. / La aguja hizo un agujero, / el viejo y conocido pinchazo. / Intenté matarlo, / pero siempre lo recuerdo todo”.

Lo que fuera tupé orgulloso, negro zaino, es hoy un conjunto de mechones blancos, apagados. La tuya es la cabellera de un siux a quien solo la muerte ha podido domesticar. “¿En qué me he convertido? / Mi dulce amigo, / todo el mundo al que conozco, / se va al final, / y podrías haberlo tenido todo. / Mi imperio de basura”. Como Oscar Wilde, un día fuiste rebelde sin causa, Dorian Gray que disfrutaste cayendo en el Averno. Arrastraste a los tuyos. Sin querer, a tu hermano; por desidia, a tu primera mujer, a tus hijas… Entonces, solo rugías contra tu padre, por no valorarte, por culparte. Entonces, encontraste en June al ángel redentor. Entonces, como Don Juan Tenorio, llamaste a las puertas del cielo, pero este no te oyó. “Te defraudaré. / Te haré daño”…

Ya no levantas entre el fuego el dedo corazón para enseñárselo desafiante al mundo. Ya no eres un forajido escondido en las drogas, consumido en otras bocas y en otros pechos. Perseguiste a June, y la conquistaste, aunque no fue tuya sino hasta mucho después, tras pedirle cientos de veces que se casara contigo. Quien no te dejó jamás fue tu vieja guitarra. Con ella has alcanzado el cénit y has sido enterrado en vida. Mas aún vives… “Llevo esta corona de espinas / sobre mi trono de mentiroso. / Lleno de pensamientos rotos / que no puedo arreglar. / Bajo las manchas del tiempo, / los sentimientos desaparecen. / Eres otra persona más, / y yo todavía sigo aquí”.

A June no la ves, pero continúa aquí. Parece como si fuera ella quien te lo pregunta, aunque es el resonar de tu alma: “¿En qué me he convertido? / Mi dulce amigo, / todo el mundo al que conozco, / se va al final, / y podrías haberlo tenido todo. / Mi imperio de basura”. Solo a ella, a la única mujer en definitiva que siempre amaste, puedes soltarle esto a bocajarro: “Te defraudaré. / Te haré daño”. Y, aun así, sabes de sobra que ella siempre ha estado ahí. Porque ella también tuvo otros hombres, pero solo tú fuiste siempre el suyo. En cada caída del caballo, en cada resurrección, allí tu abrazo de ternura fue siempre el de June.

Es ella la que te sostiene en esta hora final. Es 12 de septiembre de 2003. Ella ha muerto apenas hace cuatro meses, después de décadas de ser tu sostén. Ha llegado la hora, tu hora, y lo sabes. Se lo cantas a tus presos, en este instante, al fin convencido de la esperanza. Ya no solo clamas ante ellos por la libertad, ya no gritas para que los muros del penal ardan en el Infierno. Ya no les haces ver que eres uno de la manada, ataviado con tu negra camisa, como si fueras a un entierro. Y es que esta vez sí vas a un entierro… Al tuyo. “Si pudiera volver a empezar, / a un millón de millas lejos de aquí, / me cuidaría más, / encontraría la manera de hacerlo”. Como Oscar Wilde, es tu ‘De Profundis’, tu agónico cántico por la belleza que salva.

Al fin tu epitafio se ha cumplido. Te vas lejos. Te vas con ella, con June. Descansas al fin, Johnny Cash. Tu balada del alma nos estremece aún más cuando proviene del viento y la verdad que nos hacen libres. Has sido crucificado. Y has resucitado.

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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