La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

Caciquismo en la Plaza de Toros de Arganda

Hoy se ha producido un hecho histórico en la Plaza de Arganda del Rey, mi pueblo. En la segunda tarde de uno de los ciclos de novilladas más importantes de España, José Garrido ha indultado a un espléndido Domecq. El número uno del escalafón, que ya había cortado dos orejas en su primero, lo ha bordado ante un novillazo que, todo fuerza bruta, comenzó embistiendo con gran virulencia, ladeando la cabeza en cada pase. Sin embargo, el maestro extremeño, de apenas 20 años, ha mostrado que puede ser una figura del toreo. ¿Cómo? Pues logrando algo tan difícil como el auténtico temple, adaptándose primero a la violencia del animal y, después, consiguiendo que éste mantuviera su misma potencia pero acurrucándose al movimiento que marcaba la muleta. Vamos, que se lo echó al canasto con todas las de la ley. Como un imán, el novillo entraba a todo, hechizado. Daba la sensación de que el Domecq podría haber estado danzando con Garrido mucho más tiempo, hasta la amanecida. Pero el clamor de la grada, llegado el momento de la espada, rugió pidiendo el indulto. Y ahí ha llegado la polémica. Y es que ha costado la vida entera que, desde la presidencia, se cumpliera con el deseo de la inmensa mayoría de la afición, que ha tenido que patalear y montar un auténtico quilombo para que asomara el pañuelo naranja del indulto.

Sinceramente, no sé si, por su categoría, el coso argandeño puede conceder o no un indulto. Me cuentan que no. Ni siquiera entro en si el indulto, en lo artístico, era absolutamente indudable o no, aunque mi opinión es que sí. A lo que voy es que este episodio ha evidenciado con nítida claridad un problema que se viene dando en la Plaza de Arganda desde hace muchos años: es absurdo que, en cada decisión importante de la presidencia, prime más la opinión de un pequeño grupo de aficionados que, a modo de caciques, condicionan todo como si la petición del resto del respetable no contara para nada.

Este pequeño grupo de “entendidos”, que disfrutan yendo a contracorriente de la “masa” (aplaudiendo lo que los demás pitan y criticando lo que al resto entusiasma), no son sino unos señores que se pueden contar con los dedos de la mano. Y me sobran tres dedos…

La Plaza de Arganda del Rey, un centro de tradición donde el saber taurino se acumula desde tiempos inmemoriales, no puede ser esclava de los caprichos de los sabiondos. Y es que se nota mucho, pero muchísimo, que, en los momentos de duda, las miradas desde la presidencia buscan el único “consejo” de ese puñado de aficionados que se pueden contar con los dedos de una mano… y sobran tres dedos.

¡Más respeto al respetable, hombre!

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA
Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Lo más leído