La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

A ti, madridista de baloncesto

Escribo esto sumido en el reposo del guerrero, dejándome llevar por la paz del alma y degustando tranquilos y hondos pasodobles taurinos. No, no voy a hablar de épica, casta, raza, orgullo o pasión, epítetos con los que suelo glosar una victoria del Real Madrid. Y es que este es un triunfo en verdad especial. Me refiero, claro está, a la consecución de la 31ª Liga de baloncesto que anoche pasó a engrosar el palmarés merengón. Fue en casa, en el quinto y definitivo encuentro de la final contra el Barça. El partido de los partidos.

Por ser un título realmente diferente, te dedico estas palabras a ti, madridista de baloncesto. A ti, solo a ti. Solo tú sabes lo que vivimos ayer. Hoy todos los aficionados al club, exclusivamente futboleros en gran parte, presumen de victoria; pero solo tú, auténtico sufridor del equipo las canastas, hijo de la pequeña y humilde familia que se acurruca en torno a lo que ocurre en el Palacio de los Deportes, conoces y experimentas lo que significa ser madridista de baloncesto. Una condición única, diferente a todo lo demás. Me explico.

En fútbol, unos son del Madrid o del Barça y otros del resto de clubes que no tienen una necesidad histórica por ganar todo cada año. Los blancos y culés, sobre todo estos últimos en los años recientes, suelen tener cada temporada abundantes motivos de alegría, no siendo tantos los cursos que se pasan en blanco. Los aficionados de los demás equipos, con sus penas y sus éxitos, viven el día a día. Si cabe, el Atleti, un grande venido a menos, podría saber lo que nosotros sabemos. Pero hete aquí que en el último lustro han vuelto a ganar en abundancia. Por lo que ya no compartimos semejanza.

En baloncesto, lo nuestro, esta situación es aún más aguda. Los grandes son el Madrid y en Barça, compartiendo el resto de equipos temporadas de subidones, bajones y grises temples. Pero sin exigencias de ganar todo. Eso solo es para blancos y culés, catalogados encima, con razón, como los “futboleros”. Sin embargo, desde hace mucho tiempo, los únicos que ha venido alzando regularmente títulos han sido los blaugranas. Para nosotros ha sido el aguantar la sorna, la inquina de los demás. La de los omnipotentes barcelonistas y la del resto, subiéndosenos cada vez uno diferente a las barbas. Baskonia, Juventut, Unicaja, Valencia… Todos han visto a un Real Madrid caído. Con lo que eso significa en el club con más títulos de toda la Historia.

Siempre repetimos, porque es verdad, que somos los más grandes, en España y en Europa, estela victoriosa del gran gigante afincado en el Santiago Bernabéu. Sin embargo, en los últimos veinte años nos ha tocado arrastrar el papel de viejo hidalgo venido a menos y con ínfulas de apariencia. La Historia, nuestro propio y refulgente pasado, nos ha empequeñecido más y más. Cada vez que no ganábamos. Y eso ha sido casi siempre. A mis 30 años, en estas últimas 20 temporadas, que son de las que tengo conciencia, hasta ayer había visto ganar a mi equipo tres Ligas, una Copa y tres títulos europeos: la Euroliga, la Recopa y la ULEB. Poquísimo caudal si hablamos de un equipo obligado a ganar todo, señalado por todos, juzgado por todos… Incluidos los lobos internos, quienes en la casa hablan de una “sección deficitaria” que habría de cerrarse y recluirse en un “museo”. Cuántas temporadas en blanco, cuántas finales perdidas, cuantos últimos tiros errados que nos negaron un tiempo de magro suspiro y leve éxito…

Solo tú, madridista de baloncesto, sabes de lo que te estoy hablando. Solo tú entiendes que, tras jugar esta temporada un baloncesto fantástico y después de perder la final de la Copa de Europa con la que llevábamos soñando estas dos décadas, se nos podía ir todo por la borda. Con empate a dos en la final contra el Barça, mucho más que nuestro enemigo histórico, la de anoche era la última oportunidad para no sufrir otro año en blanco, otro verano de flagelo pensando en que tenemos un equipazo pero que seguimos siendo incapaces de ganar. Como casi todos los veranos… edulcorados con promesas de fichajes, de proyectos de grandes equipos. Cuantísimos jugadores y entrenadores hemos visto desfilar temporada a temporada… Cuánto descontrol, cuánta duda por parte de los lobos que acechan desde dentro. Si hasta carecemos de cancha propia, cambiando estos años hasta tres veces de casa, vagando alguna vez por los viejos terrenos dejados de la mano de Dios.

Solo tú, madridista de baloncesto, valoras y te emocionas con lo que ocurrió anoche. Esa espera a que llegara el autobús de nuestros jugadores… y el de los otros. Esos cánticos descontrolados en la puerta del Palacio, cuando quedaban dos horas, una, para que empezara el partido. Esas bengalas sueltas. Esa cerveza callejera que templaba los ánimos. Ese entrar a la cancha. Ese animar brutal de toda la grada, unida en comunión y soliviantada por esos rebeldes infatigables que son los Berserkers, pilares fundamentales para el reto soñado. Esa angustia, ese ir ganando pero viendo al enemigo constantemente olfateándote el cogote. Ese no creerte que lo ibas a conseguir hasta casi la última jugada, pese a ir ganando de ocho… Esa grandísima victoria al fin. Esa necesidad sofocada. Esa revolución desatada. Ese esperar a los guerreros hasta la una de la madrugada, con una pista que deslizaba por el confeti, el sudor y el licor del logro. Esa copa. Esa Liga. Y van ya más de treinta. Ese llegar a casa a las tantas y que te suene el despertador al rato para ir a currar. Ese levantarte feliz, ese cántico ahogado bajo la ducha.

Ese verano tranquilo que se acerca. Ese verano en el que respiramos y somos felices. Porque somos únicos. Porque, esta vez sí, conseguidos aquello a lo que los galones nos obligan.

Hemos vuelto. Ojalá que esta vez sea de verdad. ¡Hala Madrid de las canastas!

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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