La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

Un justo recuerdo del cardenal Tarancón

Leo hoy con gran alegría que ‘Tarancón, el quinto mandamiento’, emitida anoche por TVE, ha sido la miniserie que más audiencia ha reunido en todo 2011. No tanto por la ficción en sí (la producción, dirigida por Antonio Hernández y protagonizada por José Sancho, resultó interesante y fiel en líneas generales a la historia, pero pecó en exceso de un cierto maniqueísmo, exagerando las luces y las sombras de los personajes según se los quería exaltar o denigrar, sin mezclarlas entre sí), sino por el hecho de que se haya recordado la importancia del cardenal Tarancón en la historia reciente de España. Un conocimiento al cual contribuyó muy positivamente el riguroso documental emitido tras la serie, de una hora de duración.

Me duele que hoy, cuando se hace balance histórico de lo que supuso la Transición del franquismo a la democracia, sean muchos los jóvenes (entre ellos, por desgracia, un gran número de católicos) que ni siquiera han oído hablar del cardenal. La de Tarancón es una figura que tendría que ser reivindicada con mucho orgullo por la Iglesia en España. Aunque no suela ser así. Es apreciado y valorado el papel que Juan Pablo II (ya desde sus tiempos de joven sacerdote y, después, como obispo y cardenal) desempeñó en la lucha contra el comunismo en Polonia. Como lo es el de su compañero en la púrpura, el primado Wizinsky. También es muy popular entre los católicos de todo el mundo (incluida España) el cardenal vietnamita Van Thuan, quien pagó con años de cárcel y posterior exilio el defender su fe en un régimen comunista.

Qué duda cabe de que estos ejemplos son admirables. Pero, por eso mismo, ¿por qué no reivindicar con fuerza una figura que, tras sufrir la persecución anticlerical como sacerdote en los inicios de la Guerra Civil, supo ver después con claridad que la reconciliación entre los españoles no pasaba por una dictadura, aunque se definiera católica? Tarancón, ya como obispo, fue un martillo en la conciencia del régimen: siempre denunció las injusticias sociales, como siempre defendió los derechos inalienables de todas las personas, independientemente de su ideología o posición. Ya como presidente de la Conferencia Episcopal, en concordancia con el Concilio y con lo que se le pedía desde Roma (primero con Juan XXIII y, especialmente, con Pablo VI), fue el hombre que impulsó la necesaria separación Iglesia-Estado. No es difícil imaginarse lo que eso supuso en el franquismo. Tarancón, tachado repetidamente de “rojo traidor” (como el Papa), estuvo cerca de ser mandado “al paredón” en repetidas ocasiones por algunos que decían defender a Cristo.

Fueron muchos los momentos en que pudo demostrarlo, durante décadas: con Franco y tras Franco. Tarancón fue tan importante como el Rey Juan Carlos, Adolfo Suárez o Santiago Carrillo para que España se pudiera encaminar pacíficamente hacia la democracia, la convivencia entre todos los españoles, la reconciliación, el perdón, la paz. Fue el hombre que dirigió el cambio en la Iglesia para que ésta pasara de ser parte sustancial de una dictadura a, en la práctica, un elemento de oposición a la misma. Claro que hubo muchas tensiones y divisiones en el mismo seno de la Iglesia, pero se impuso el liderazgo taranconiano y hoy nadie puede decir con fundamento que la Iglesia en bloque apoyó a la dictadura. Mucho antes de que ésta acabara, sus principales representantes, en Roma y en Madrid, hicieron constantes gestos por plasmar el nuevo rumbo. Con palabras y acciones.

Hoy, poco queda del legado de Tarancón en la Iglesia. Tras el poco diplomático adiós que le otorgó Juan Pablo II (que le aceptó la renuncia poco después de cumplir los 75 años establecidos por el Derecho Canónico, frente a la práctica habitual de retrasar ésta con los prelados más destacados), ni siquiera permanece un justo recuerdo. Por eso es tan positivo que al menos la sociedad civil le rinda ese homenaje. Porque, más allá de su labor estrictamente eclesial (que muchos, a mi juicio injustamente, vinculan con la pérdida de los valores religiosos), es indudable que el cardenal Tarancón fue un modelo de entrega valiente a todos los ciudadanos, más allá de su fe.

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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