La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

Es de noche en Haití

Después de una semana en Haití, esta será la primera noche que no duerma en la tierra en la que he vivido una de las experiencias más importantes de toda mi vida. He tenido el enorme privilegio de participar en un viaje con (enormes) periodistas acompañando a Manos Unidas. De las muchísimas grandes cosas que he visto escribiré mucho en los próximos días. Pero hoy no podía irme a la cama (al no dormir en un vuelo de nueve horas, para mí aún es sábado… aunque mañana sea lunes) sin expresar algo de lo mucho que llevo dentro.

En unas tres horas (hay siete de diferencia respecto a España) anochecerá en Haití. Tal vez esté lloviendo en Puerto Príncipe. La ingente basura acumulada en todas las calles se empapará y olerá aún peor, albergando una gran charca de mugre en la que se sumergirán cerdos y gallinas. Los chamizos que son muchas casas se alumbrarán únicamente con una vela. Muchos se apretarán contra la pared resquebrajada y sin techo que es su casa. Los miles que perviven en los campamentos achicarán el agua como puedan. Lo que es seguro es que la riada de coches y motos embotellarán las calles. Es una certeza que una marea humana, como en todos los momentos de día, deambulará por la calle. El bullicio de la caótica capital contrastará con el silencio de la mayoría de la población, que es la que vive en las montañas. Allí también achicarán el agua de las tiendas y casas culminadas de uralita. Pero allí imperará el recogimiento de las familias abandonadas por el Estado centralizador y sin atributos.

Pero, a la vez que todo esto sucede, pequeñas grandes personas estarán pensando en cómo pueden hacer más digna la vida de cuantos les rodean. No pueden cambiar el mundo, pero se desgastarán por mejorar la vida de los demás. Estarán pensando en cómo construir un molino de maíz del que se abastecerán miles de personas del olvidado mundo rural, en el mejor modo de poder acoger a más personas en sus colegios y centros de salud, haciéndolos accesibles a quienes no los pueden pagar. Soñarán con hacer sonreír a los muchos niños mutilados, malnutridos, esclavizados o abandonados por padres que ven en ellos un estorbo. Muchos de estos pequeños grandes héroes son sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos cristianos comprometidos.

Tengo la fortuna de poder poner nombre y rostro a esas maravillosas personas que hacen tantas cosas buenas en medio de la desgracia. Pienso en ellas con mucha emoción en esta primera noche en la que ya no veré la luna de Haití. Desde ahora, quiero mucho a este país. Y tengo la esperanza de que, con muchas de esas manos unidas, aquí y allá, Haití podrá algún día levantarse casi por primera vez en su historia.

Es de noche en Haití. Y es tanta la fuerza recibida que cierro los ojos y siento que aún estoy allí. Sólo una cosa más: gracias.

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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