El nivel del debate político en nuestro país es, muchas veces, penoso. Leyendo el blog del senador del PP, Juan Van-Halen, lo he podido comprobar una vez más. En un artículo titulado ‘¿Y por qué no nos pregunta a los españoles?’, dedicado a repartirle estopa a Zapatero, aprovecha para sacudirle a Rosa Díez, que pasaba por ahí.
Comentando el mitin de Vistalegre que tuvo lugar hace unos días, y en el que UPyD inició en Madrid su puesta de largo para las municipales y autonómicas, critica que la política vasca hablara de “precio político” a seguir por quienes reclamaran su apoyo, buscando, según él, “entrar en la cucaña del pago por apoyos parlamentarios”. Pero, ¿cuál es ese precio político? ¿Consejerías? ¿Compra-venta de favores? ¿Pacto de estrategias partidistas y/o personales? Eso es, tal vez, a lo que están acostumbrados los politicastros que marcan la hora política de España. Pero ese no es el precio político de Rosa Díez y UPyD.
No, lo que se exige es esto: una reforma de la ley electoral para que el voto de cada ciudadano valga lo mismo que el del resto, sin distinción por territorio, y que el Estado recupere las competencias en Educación. Es decir, una reforma a fondo de dos principios esenciales que marcan la decadente partitocracia aburguesada y arribista en que se ha convertido la política en nuestro país. Claro, lo primero no le interesa al PSOE… ni al PP. Y lo segundo, aunque pudiera ser asumido y defendido por el PP, no tiene arrestos para hacerlo.
Entonces, ¿de qué se queja Van-Halen? ¿Está mal proponer ideas y principios en el debate político que puedan cambiar las reglas del juego? ¿Tiene miedo el PSOE… y el PP?
MIGUEL ÁNGEL MALAVIA