La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

Justicia injusta con Adolfo Suárez

En este podrido, hipócrita y miserable país que tantas veces es España, lo habitual es que a las personas valiosas se las elogie mayoritariamente cuando mueren, habiendo recibido la crítica envidiosa mientras vivían y podían dar las gracias. En parte, es lo que ha pasado con Adolfo Suárez. No, no ha muerto. Pero su enfermedad, desde hace ya años, no le permite dar las gracias. Ni siquiera saber quién es.

Tras el aluvión de escritos, memorias y recuerdos que estos días han glosado el treinta aniversario del 23-F, apunto una sencilla e ingenua reflexión propia: ¿qué pensaría Adolfo Suárez si comprobara cómo es reconocido hoy por la inmensa mayoría de españoles? Él, que se marchó como el enemigo público número uno, odiado por todos, machacado por todos.

Recomiendo la lectura del fantástico libro de Javier Cercas, ‘Anatomía de un instante’. De este ¿ensayo?, me quedo con muchas cosas, pero traigo aquí su magnífico dibujo del panorama que el entonces presidente del Gobierno afrontó en la hora de presentar su dimisión: criticado por todos los partidos políticos (incluido el suyo, la cainita UCD, por la Iglesia, por el ejército, por los sindicatos, por el conjunto de los medios de comunicación… y por el Rey. Don Juan Carlos no apoyó el golpe de Estado, pero se equivocó al no medir su influencia, dar lugar a equívocos y criticar al legítimo presidente con el tono y las formas desproporcionadas, y ante quienes menos debían sentirse partícipes de tamaña muestra de “confianza”. Dejó a Suárez a los pies de los caballos. En un momento fatal, de crisis generalizada, de catarsis en una democracia naciente y no consolidada.

Cercas también enfoca a la perfección lo que era Suárez: un político propio del sistema franquista, sin preparación intelectual y que sólo medró apoyándose en las ramas del árbol que a cada momento parecían más robustas. Pero un valiente, un hombre de instinto, sagaz, de inteligencia natural y con un grandísimo don de gentes. La persona ideal para sortear el dificilísimo objetivo de desmontar el franquismo desde dentro y enlazar con la democracia huyendo del enfrentamiento fraticida. Eso sí que fue el “milagro español”. Tal y como lo reconocen en todo el mundo. Pero, al igual que Cristóbal Colón, que fue un magnífico cerebro marino pero un pésimo gobernante, Suárez, concluido el periodo de los prodigios (legalización de todos los partidos, incluido el PCE, elecciones libres, diseño de lo que sería un modelo parlamentario y constitucional), no supo retirarse a tiempo. Le pudo el gusto al poder y quiso gobernar en tiempos de consolidación y teórico sosiego. No estaba preparado. Y, lo que fueron elogios, se convirtieron en puñaladas.

No críticas, puñaladas. Que pusieron en juego lo conseguido. El que fuera mal gobernante debía llevar, dentro de una democracia, a su recambio por otro presidente. Pero a través de las urnas. Con tranquilidad. Con mesura. Con conciencia del peligro que derivaba la impaciencia. España pagó la excesiva crispación con un golpe de Estado. España fue injusta. El crédito de quien impulsó un régimen de libertades, desde la legalidad de una dictadura y en tiempo récord, no debía de ser ilimitado. Pero sí ser reconocido. Y agradecido. Por Adolfo Suárez, en gran parte, vivimos hoy en democracia. Gracias a él, cuando yo mismo nací en 1982, ya lo hice en una democracia. Y eso lo valoro infinitamente.

Es una pena que ya no lo sepa. Es una pena que tuviera que esperar a recibir cariño cuando murieron su mujer y su hija. Es una grandísima pena que el abrazo que el Rey le dio hace un par de años, en representación de toda España, se lo diera cuando ya vivía dormido despierto. El abrazo definitivo vendrá cuando muera. Ese día España llorará a quien, primero, mostró su desconfianza, luego, su admiración y, finalmente, su desprecio. El alegre y definitivo abrazo final ya llega tarde.

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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