No me sugiere nada que Carla Antonelli, quien ha sido designada por Tomás Gómez para formar parte en su candidatura para las elecciones a la Comunidad de Madrid, sea transexual. Me da igual si ha sido incluida por cuota, por populismo, por demagogia, por querer alcanzar un hito histórico o porque realmente está preparada para el puesto de diputada autonómica que podría alcanzar. De verdad, me es indiferente. No tengo una opinión definida de cada persona señalada para entrar en las listas electorales de un partido. El de Carla Antonelli es un caso más, normal.
Entiendo las críticas y los respaldos. Lo que no entiendo es que un supuesto periodista, Xavier Horcajo, presentador en Intereconomía TV de ‘Otro gallo cantaría’, sentencie así la cuestión: «Estamos hablando de las listas de un partido que tiene por bandera la solidaridad y la justicia social. A mí me parecería más lógico que presentase a un parado, que incorporase a alguien con ideas sobre el empleo. Me gustaría más que incorporase a alguien con síndrome de Down o alguien enfermo de sida”. Para comentarlo, no hace falta mucho más que señalar la indignación ante un “señor” que evidencia considerar que los enfermos de sida o con síndrome de Down son menos personas que el resto. Y todo por mostrar su odio hacia los transexuales. Quienes, evidentemente, según él, también serían menos personas que los demás.
El vómito de odio y miseria de este “señor” se hace extensible al medio de comunicación en el que ha sido expresado. Siendo uno de sus presentadores (no un contertulio o un invitado), representa institucionalmente a ese medio. Mientras Intereconomía TV no pida disculpas públicamente y se desmarque de esas declaraciones, el vómito nauseabundo es suyo.
El insulto es suyo. ¿O es que hay doble rasero? La semana pasada, Nacho Vigalondo, quien escribe un blog de cine en El País y había dirigido una campaña publicitaria de este diario, realizó a través de Twitter unas declaraciones que, en busca de la provocación, negaban el Holocausto nazi. Llovieron las protestas. Y El País actuó: pidió perdón, retiró la campaña publicitaria y Vigalondo cerró su blog. Por algo que escribió en su red personal. Ahora, en virtud a la coherencia, espero una reacción parecida del grupo Intereconomía. Aunque sea una disculpa. Si no, repito, el vómito será suyo.
¿Es éste el medio de comunicación “católico” que nos quieren vender? ¡Pues yo no comulgo con esa becerrada cancerígena!
MIGUEL ÁNGEL MALAVIA
