Un 19 de diciembre de hace diez años moría Carlos Cano. Fue en Granada. Como en Granada fue donde hace un ¡ay! fue enterrado Enrique Morente. Como en Granada fue donde Estrella Morente paró el mundo cantando lágrimas ante el ataúd de su padre. ¿Y qué cantó? Pues Habanera imposible…, de Carlos Cano. Copla que dijo así en los versos que ella escogió para su homenaje de poeta a poeta:

Granada, no tengas pena
de que el mundo sea tan grande,
de que el mar sea tan inmenso.
Tú eres la novia del aire.
La de la sombra de plata,
la del almendro,
la que parece de nieve
y por dentro es fuego.

Tras un ay que interpeló al mismísimo infinito, culminó su obra cumbre tomando un par de versos sueltos de La guitarra, del también granaíno Federico García Lorca:

Empieza el llanto de la guitarra.
Llora como el viento sobre la nevada.
Es inútil callarla.
Es imposible callarla.

¿Cabe mayor dolor? Y, por qué no, ¿mayor gozo? Lorca, los Morente, Carlos Cano. ¡Granada, Granada, Granada! ¿Cabe mayor simbolismo? ¿Cabe mayor sentimiento? Sí, recordando la poesía de quienes ya no están. Porque la voz de los muertos resuena a certeza. Porque hace diez años, cuando el ataúd de Carlos Cano era expuesto para que Granada le ofreciera el pésame del mundo, Enrique Morente, quien tanto le animara a cantar, se expresó así: “Se ha roto el alambre de todo lo que nos sostenía”. ¿Cabe mayor poesía en una frase? El corazón se revoluciona cuando vemos cómo el ataúd lo ocupa ahora Enrique Morente y es su hija artista la que apela a Carlos Cano para llorar. Y a Lorca.

¿Copla? ¿Flamenco? ¿Cuál es el auténtico cante jondo? ¡Qué más da! Guitarra y voz desnuda rompiéndose en borbotones de verdad. Eso es alma. Alma de Granada.

Y es que fue en Granada.

Donde yo quiero morir.

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA