La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

La crápula apuesta entre Dorian Gray y Don Juan Tenorio

“Llevo quince días borracho; he consumido media plantación de cannabis perteneciente al alcalde de Castañal de la Suera; he robado el cepillo parroquial de los curas del humilde barrio de la Desesperanza; he deshonrado al marqués de Pimpinela cimbreándome en una orgía a su mujer, a su hija y a su séquito de limpiadoras-amantes… ¿Desea algo más, su majestad?”. El bueno de Dorian Gray, pese a estar exhausto por cometer fechorías sin la tregua de una buena siesta, se sabía vencedor. “¿Puede superarme…?”, rió, al fin, desafiante.

Implacable, Don Juan Tenorio se sabía vencedor. Contemplaba a su contrario, satisfecho y confiado, mas sudoroso, maloliente y con las ojeras del agotamiento. Él, por contra, mantenía intacta la gomina de su pelo. Fresca la piel, algo más gordo que la última vez que se vieron, hercúleo, el español sabía que había ganado la apuesta de significarse como el más crápula a lo largo de dos semanas. Finalmente, mientras subía al primer puesto en el podio de su imaginación conjunta, le dijo:

“Querido Dorian, te felicito por tu trabajo. Grandísimo hijoputa has sido, lo reconozco. Pero, y creo que convendrás conmigo, yo he sido el vencedor… y con una sola acción. Gracias a una serie de contactos, conseguí ser designado como el director de un campamento para niños de nueve a once años organizado por la Diputación Provincial de Guipúzcoa, en Orio. Y llegó el 11 de julio. Era la final del Mundial de fútbol, entre España y Holanda. Tenías que haberlo visto: decenas de niños suplicando que les dejara verlo. ‘Por favor, es el partido del siglo’, decían los muy ilusos. Cómo reí mientras les decía que esa actividad no estaba recogida en el plan de acción del día… Fue un placer verles sufrir mientras miraban el reloj y, según veía el partido el resto del mundo, ellos esperaban en vano la sorpresa de que al final sí se encendiera la televisión”.

De repente, Don Juan paró un segundo su relato; sólo para contemplar la reacción de su contrincante. Pálido, con la boca abierta y una lágrima asomando en su ojo derecho, Dorian no podía articular palabra. Lleno de orgullo, Don Juan pegó la estocada final: “Lo mejor vino cuando terminó el partido…. y les dijimos que Holanda había ganado 1-0 con gol de Robben. ¡Tenías que haber visto cómo lloraban desconsolados! Era la primera vez que España llegaba a la final de un Mundial… Era el partido de su vida… Y yo, erigido como un Dios dueño de los sueños y con la guadaña para destrozarlos, les arrebaté el momento único de saberse campeones del mundo. ¡A unos niños! Y es que ya sabes, querido amigo, que el gozo del instante es único. Lo demás es como si fuera artificial. Por eso, cuando anteayer regresaron a casa y supieron por sus padres que, en realidad, un gol de Iniesta les había dado el Mundial, apenas esbozaron muecas de incredulidad. En ninguno hubo ya esa felicidad exultante. Era su momento y yo se lo robé, para siempre. ¡A unos niños!”.

Dorian Gray, llorando a lágrima viva, revolcándose por el suelo, sucumbió: “¡Maestro, maestro, maestro!”.

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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