La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

El día que Naranjito hizo zumo tulipán

Era una batalla. Quienes en su día pasaran a la Historia como la Naranja Mecánica, traicionando su esencia, se habían convertido en la Charcutería Metálica. De Jong, Van Bommel, Sneijder, Van Persie,… cualquiera que llevara una camiseta holandesa tenía una misión: coser a patadas a los de rojo para que éstos acabasen desquiciados. Todo estaba en manos del trencilla inglés, un tal Webb. De él dependía frenar la carnicería. Pero optó por dedicarse a la charla en vez de a cumplir con el reglamento. Con éste en la mano, Van Bommel tenía que haber sido expulsado en la primera parte. Y De Jong, sencillamente, no debería volver a jugar más al fútbol. Su brutal agresión a Xabi Alonso merece una sanción acorde con lo que reflejaba su rostro: quería hacer lo que hizo.

Luego surgió un equipo con mayúsculas. Y dos genialidades: la puntera de Casillas y el castañazo de Iniesta en el minuto 116 de la prórroga, a cuatro de los penaltis. Ese grito orgásmico nos hizo olvidar para sólo celebrar. Pero, una vez pasado todo, por justicia, hay que insistir en que lo que pasó no puede olvidarse. Tal y como ha reconocido un mito como Johan Cruyff, para ellos y para nosotros, Holanda traicionó su modelo, su seña, sus raíces.

La Holanda que siempre me ha enamorado en fútbol, el equipo que siempre quería que ganara el Mundial cada vez que nosotros nos íbamos a casa en cuartos, me ha decepcionado. Me gusta demasiado el fútbol como para dejarlo pasar, pese a estar borracho de felicidad. Y mucho más escuchando a Robben y a Sneijder (dos cracks de los que, lo saben los que me conocen, mucho antes de que fueran dos de los mejores jugadores del año, lamenté infinitamente su salida por la puerta de atrás del Madrid). Con una sinvergonzonería pasmosa, dicen que el árbitro les robó la final. Sólo basta decir una cosa: si el árbitro hubiera hecho su trabajo, habría debido de dar vencedora a España porque los holandeses no tendrían el mínimo de jugadores de campo para terminar el partido. Debía haber expulsado a la mitad.

Naranjito pasó a la historia como un maldito. Adoro las vueltas de tuerca de la Historia: un 11 de julio, en Johannesburgo, Naranjito sacó el hacha (en realidad era un guante de seda) y se redimió haciendo zumo de naranja tulipán. Pese a que los señores de la FIFA, esos que nombran mejor jugador del Mundial a un Forlán que ha quedado cuarto, demuestren una vez más que no nos tienen ningún respeto, somos los campeones del mundo.

En la hora de ajustar cuentas, Naranjito es un experto. Sabe que la gloria sabe mejor cuando todo han sido piedras en el camino para conseguirla.

¡Viva Naranjito y viva España!

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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