La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

Y Morante cantó ‘I love Dublín’

Tras presenciar, como invitado de honor, el I Encuentro Internacional por el Abrazo de la Copla y el Fado, acaecido en Estambul, el 2 de junio, abonado a la tele de un bar, presencié in situ la Cumbre Celestial del Toreo a Capote. La Universidad de Las Ventas, con motivo de la Jornada de la Beneficencia, se vio envuelta por la esencia de tres ponentes de la verdad: Cayetano, Luque y Morante de la Puebla. Tras lo sentido, supe que mis ojos jamás olvidarían el duelo de quites que, en el tercero de la tarde, protagonizaron Luque y Morante: verónicas, chicuelinas, gaoneras, delantales…, todo ello, susurrado. Cayetano, en el cuarto, rememoró (me cuentan) el toreo hondo de su abuelo, diciendo con fuerza: “Aquí estoy yo, soy un Ordóñez”. Ante tal cúmulo de éxtasis taurino, con el fin de evitar un acelerón de la pasión que ahogara mi corazón, no pude menos que exiliarme en busca de necesitados remansos de paz. Dublín, me decían, era un buen sanatorio. “Irlanda es silencio de tumba”.

Mas allí no encontré tranquilidad. Primero busqué el contacto con la belleza pausada de lo verde, que me prometían abundante. El Castillo de Malahide, en las afueras, parecía el lugar idóneo. Pero, en lo que fuera fortaleza de los católicos Talbot, incluso el fantasma de la casa, entrañable cachondo de poco más de un metro de altura, no hacía sino hablarme de toros. Hasta la dama principal, una señorona capitana de ocho siglos de nobles, cogió la silla con la que presenció la coronación de Jorge V y se puso a emular las revoleras de Cayetano. Desesperado, volví a la capital y me sumergí en el Merrion Park. Ante la escultura de Oscar Wilde, despatarrado en una roca y con su sonrisa reluciente, cerré los ojos. El olor de un puro me avisó: “Llega Morante”, gritó el dramaturgo. Huí corriendo, pero supe que detrás de mí quedaba la alegría del bueno de Oscar ante las medio verónicas del artista sevillano.

Sin saber a dónde ir, opté por el espíritu. Acudí a las catedrales, protestantes ambas en poblado católico. Pero tanto en la Church Christ como en la de St. Patrick, me dijeron que hoy tocaba conferencia sobre los amoríos de Manolete y Lupe Sino. Probé en las apostólicas y romanas, Santa María y San Valentín, pero allí el coloquio era sobre la imposibilidad de dejar de torear: mandaban la charla el gran Antoñete y su voz rota. Mi grito desesperado, ya en la anochecida, fue recogido con un poso de tierna melancolía por la buena de Molly Malone. La generosidad de sus senos de vendedora de mejillones y sexo, inspiradora de los más bellos himnos irlandeses, deslumbraba desde su estatua. Pero ni el hecho de ser eternamente una imagen inmóvil le impidió saludarme con un pase de pecho. “¡Olé, Luque! ¡Grande, Cayetano!”, glosó la musa.

Ya sin escapatoria, me recluí en mi rincón favorito: The Temple Bar, el barrio tomado por las tabernas de las de toda la vida. De las de toda la vida de Irlanda, claro. Gente ancha de corazón, sencilla, despreocupada, pasional, borracha. Cuando subí las escaleras del Gogarty, pintada su fachada de amarillo guasón, creí encontrar al fin el alivio. Fluía la deliciosa Guinness, cebada negra de espuma fiel hasta el final. Pintas y pintas, eso era lo que necesitaba. Eso, y los violines, y las guitarras, y las voces varoniles que cantaban al alma de su inigualable pueblo. La fiesta era descomunal. Eufórico, olvidé al fin los capotazos de Las Ventas. Creía salvada mi frágil salud. Mi corazón seguiría bombeando. Pero no fue así.

Al fondo, una voz cantó a la vez con la gracia de un andaluz y la hondura de un poeta… “I love Dublín…”. Era Morante, mientras toreaba un centauro invisible. Entonces no pude más. Le di las gracias y le pegué un abrazo: “Gracias, maestro. Me veo aún joven, pero creo que esta noche en Dublín es insuperable para el arte del bien morir”.

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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