La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

Trincheras en la Iglesia. Mi “obsesiva cruzada” hacia Cigoña

De casualidad, porque desconocía el que hubiera sido interpelado, me he enterado de que mi amigo Ciriaco de Málaga no está muy contento con la que él llama mi “obsesiva cruzada” hacia el señor Fernández de la Cigoña, para muchos, gran referente mediático de la Iglesia en España. Critiqué un artículo de éste, ‘Los dinosaurios’, cuya finalidad no era otra que desglosar el nombre y la edad de personas que él considera cercanas a la muerte y que, a su juicio, son enemigas de la Iglesia desde dentro de la Iglesia. Se mostraba satisfecho del hecho (para él cierto) de que a su muerte se toparán con el “fracaso” de no haber visto cumplir sus anhelos.

Ciriaco, en un escrito de respuesta que titula ‘Trincheras’, no duda en atribuirme fariseísmo y de no ver la viga en el ojo propio por el hecho de la vehemencia de mi crítica. Del mismo modo, sentencia: “Hay católicos sencillos, humildes y honrados. Pero también los hay orgullosos, vanidosos y soberbios. Siguen siendo católicos”. Desde aquí aclaro que no dudo un instante de que Cigoña se sienta y sea católico. Lo que critico es que es el antitestimonio en persona de Cristo Muerto y Resucitado por Amor al Hombre. Ya no se trata de orgullo, vanidad y soberbia. Se trata de odio. Cigoña engendra y destila odio. Y el odio es lo contrario del amor. Lo contrario de Cristo. Y como estoy convencido de que ése no es el camino de convertir a Dios a los hombres, reitero con fuerza que produce un gran mal a la Iglesia. Y como la Iglesia de Cristo me duele, no me callo. Aunque me cuesten palos y disgustos. Como tú bien sabes. Aunque, en su día, prefirieras no hacerte el enterado.

Puesto que me hablas de trincheras, amigo Ciriaco, y ya que eres un gran aficionado a la lectura, comparto contigo algunos de los párrafos del libro que estoy leyendo ahora: ‘Cinco horas con Mario’, de Miguel Delibes. No creo mentir si digo que el recién fallecido Delibes, católico convencido, es representado en el libro por Mario, el cadáver presto a ser enterrado horas después. Le habla, en plena vigilia, su mujer, Carmen. Y dice así:

“Mira, ahí tienes una cosa de la que debería a dedicarse el Concilio, que todos serán nombres de santos, no digo que no, pero en vez de salir a gresca diaria y con esas colaciones de que los judíos y los protestantes son buenos, qué sólo nos faltaba eso (…). Y así nos crece el pelo, que te pones a ver y hasta los negros de África quieren ya darnos lecciones cuando no son más que caníbales, por más que vengas tú con que no les enseñamos otra cosa. (…) Mario, sí, estoy llorando, pero bueno está lo bueno, que yo paso por todo, ya lo sabes, que a comprensiva y a generosa pocas me ganarán, pero antes la muerte, fíjate bien, la muerte, que rozarme con un judío o un protestante. ¿Pero es que vamos a olvidarnos, cariño, de que los judíos crucificaron a Nuestro Señor? (…) Y, por favor, no me vengas con historias de que a Cristo le crucificamos todos, todos los días, cuentos chinos, que si Cristo levantara la cabeza, ten por seguro de que no vendría a rezar con los protestantes, ni a decir que los pobres vayan a la Universidad (…).

“Eras tú quien tenía a gala encararte con el mundo, decir a la gente que era mala, que Cristo no era como nos le querían hacer ver nuestros intereses. Estás tú bueno, cariño. ¿Es que crees que únicamente tú sabías cómo era Cristo? Eso es una vanidad diabólica, Mario, desengáñate, pues aviados estaríamos si Cristo iba a volver al mundo para comprar ‘Carlitos’ y canutos de hacer pompas a todos los vagos de Madrid y dejarse retratar en la Gran Vía, para que coma el fotógrafo, qué ideas. ¿Es que tú crees, Mario, pedazo de alcornoque, que si Cristo volviera a la Tierra se iba a preocupar de los locos, de si tienen frío o calor, cuando todo el mundo está harto de saber que los locos ya no pueden ser ni buenos ni malos? (…) ¿Crees tú que Cristo iba a preocuparse de si un guardia le pega un porrazo a un gamberro, o a insolentarse con un Gobernador, ya ves Poncio Pilatos? (…) ¿Te imaginas a Cristo escribiendo los artículos que escribes sobre los paletos, una gente que no hace más que blasfemar, o atacando a la Inquisición o renegando del luto por los muertos? Pobre idea tienes tú de Nuestro Señor, cariño, ‘le hemos desfigurado; le hemos desfigurado’, y ¿no eres tú el primero? Por si te interesa saberlo, Mario, Cristo no hubiese tenido nunca un hermano rojo, ni un padre prestamista y, de tenerlos, ten la seguridad de que no se hubiera quedado tan fresco”.

Lo que yo digo, si quieres hacer algo por los demás, pobres hay a montones y a Cáritas, con un poquito de habilidad se la torea, como yo hago, porque Cáritas por mucho que tú la defiendas, lo que ha hecho es impedir el trato directo con el pobre y la oración antes del óbolo, que yo recuerdo con mamá, antiguamente, rezaban con toda devoción y besaban la mano que los socorría. ¡Buenos están los pobres ahora, anda, mírales, todos revueltos!”.

Un poquito de intransigencia, eso, eso es lo que nos está haciendo falta, convéncete, que si no va a llegar el día en que la mujer honesta no se diferencie de la perdida, ya oyes a Valen, ahora, en Madrid, todas las mujeres de calle arregladas como nosotras, nada de exageraciones, tú dirás, que yo que el gobierno, un decreto, así como te lo digo, que no sé a santo de qué ahora todo se vuelve a proteger a los patanes, los protestantes y las fulanas, y mientras, las mujeres honradas que nos muramos”.

“Vosotros, mucho presumir de estar de vuelta, y enseguida os tragáis esas historias de que más de media humanidad pasa hambre, imagínate, que el que pase hambre hoy es porque le da la real gana, Mario, como lo oyes, porque, lo que yo digo, si tienen hambre, ¿por qué no trabajan? ¿Por qué las chicas no se ponen a servir como Dios manda, di? ¿Por qué? Lo que pasa es que hay mucho vicio, Mario, que hoy todas quieren ser señoritas, y la que no fuma, se pinta las uñas o se pone pantalones, y eso no puede ser, que estas mujeronas están destrozando la vida de familia”.

“Y no es que vaya a decir que no haya injusticias, ni corrupción, ni cosas de ésas que tú dices, pero siempre las ha habido, ¿no?, como siempre hubo pobres y ricos, Mario, que es ley de vida, desengáñate. Yo me troncho contigo, cariño, ‘nuestra obligación es denunciarlas’ (…) Yo no sé cómo la gente lee ‘El Correo’, si se cae de las manos, hijo, no trae más que miseria y calamidades, que si miles de niños sin escuelas, que si hace frío en las cárceles, que si los peones se mueren de hambre, que si los paletos viven en condiciones infrahumanas, pero, ¿puede saberse qué es lo que pretendéis? ¡Si hablarais claro de una vez!”.

“¿Puedes decirme qué has enderezado tú, para qué has vivido, di, si no has podido comprar a tu mujer ni un triste Seiscientos? Amor y comprensión, no me hagas reír”.

“¡Qué tiempos! Yo lo pasé bien en la guerra, digáis lo que digáis, si era como una fiesta, hijo, yo me acuerdo en el refugio, menuda juerga, con la Espe, una rojaza de espanto, no quieras saber, y papá, con esa sorna que se gasta, que ya le conoces, que canta las verdades al lucero del alba, ‘son los saludos de sus amigos, Espe, no se asuste’».

Delibes, católico, como Cigoña, como tú y como yo, plasmó a dos católicos tipo bien diferentes. Yo tengo claro que Mario es un modelo de fe y a Carmen no la pondría en el estandarte que muestra al mundo cómo es un católico. Al contrario, digo a los demás que es el antitestimonio de mi fe. ¿Me lo permites o soy un fariseo por ello?

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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