Ahí está, lo veo, lo acaricio sin llegar a rozarlo… pero se aleja. Siento el calor de la fogata, pero ésta se apaga. Mis mofletes se inflaman, pero no por estar rosados, sino porque se hielan. Está ahí, inalcanzable. Es el portal de Belén. Llegan de lejos. Pastorcillos, majestades, abuelos, vagabundos, mediopensionistas sin recursos, directores de Recursos Humanos de macroempresas… Todos, todos hacen su reverencia ante la Sagrada Familia. El Niño Dios se ríe a cajas destempladas. Se le ve feliz.
Y yo estoy fuera. Fuera, alejado, sin poder avanzar. Petrificado. “Un manotazo duro, un golpe helado”, que decía llorando Miguel Hernández a Ramón Sijé. Eso es lo que me ha derribado. Es Navidad, y yo estoy más lejos que nunca. Años y años hablando de ti, suplicándote acortar el camino, luchando porque mis amigos te vieran sonreír. Y hoy soy yo el que estoy al margen, simple y llanamente, fuera del camino.
Es Navidad. Aunque yo haya empezado a congelarme.
Me apago. Si al menos me sonrieras…
MIGUEL ÁNGEL MALAVIA