Kremer de Seda

Carlos Pecker Pérez de Lama

El Entierro de la Sardina

Mi padre, el locutor, presentador y periodista José Luis Pecker, fue un amante permanente de las tradiciones del pueblo hispano, como el alocado y chispeante `Entierro de la Sardina´, que despide entre risas y chirigotas al Carnaval para dar paso a la estricta Cuaresma. Fue Cofrade e inspirador de la `Alegre Cofradía del Entierro de la Sardina´, la más importante de Madrid.

Mi hermano José Luis siguió sus pasos desde niño, y sus hijos y sobrinos han mantenido enérgicos las costumbres del abuelo. Todos con sus preciosas capas negras o azules oscuras y esos sombreros de copa que hacen que todo sea un poco más surrealista.

También hay muchas mujeres, las `Boqueronas´, de las que también forman parte sus nietas, que lloran apenadas por la muerte de tan emblemático pescado. Cuenta la leyenda que en el siglo XVIII hubo que enterrar cientos de sardinas por llegar podridas a Madrid, justo en el mismo sitio en el que todavía hoy se celebra el evento, en la Casa de Campo, y el mismo Miércoles de Ceniza, porque era la comida que llevaban en carretas para alimentarse durante la exigente Cuaresma.

El caso es que nunca había ido y este año me agencié una original capa de diseño y un sombrero de copa de los chinos y allí que me fui andando desde la Plaza de Castilla hasta la Plaza de Cascorro. Me hizo mucha ilusión volver a ver en el Rastro la casa de Serafín Villén, un anticuario encantador que fue muy amigo de nuestra familia, donde reposan todos los ataúdes y estandartes de la Cofradía. Allí estaban cargando un camión corto y alto con todo tipo de artículos para el desfile que despide el Carnaval.

Empezó entre una lluvia fina el paso lento de la procesión hasta un bar cercano llamado `La Gloria del Acebo´, donde nos dieron de desayuno una suculenta tortilla de patatas que se deshacía al cogerla y un rico lacón. Nos chupábamos los dedos mientras refrescábamos el gaznate con el primer trago de un buen vino.

De ahí marchamos al `Malacatín´, conocido especialmente por hacer uno de los mejores cocidos de Madrid, donde nos recibieron con un exquisito caldo calentito que nos vino genial, porque la lluvia empezaba a calar los huesos.

En la Plaza de Cascorro hicieron un responso donde leyeron, en la lista de las páginas amarillas, nombres o empresas en un acto solemne donde hay que quitarse el sombrero, mezclando el humor con la muerte. Al final de cada texto gritábamos al unísono `amén´. Después regalaron las `Boqueronas´ un precioso cuadro a la Cofradía frente a la estatua del Eloy Gonzalo, el héroe de Cuba.

Seguimos hasta `La Barca del Patio´, donde nos ofrecieron una paella con calamares recién hecha que nos recompuso el cuerpo. Lo único malo fue que, a la salida, una de las `Boqueronas´ tropezó con un cable de una grúa que se llevaba un viejo Mercedes y casi se rompe una pierna, algo que no le importó lo más mínimo al deshumanizado conductor del camión municipal.

Nos dirigimos entonces al `Café de San Millán´, en plena Plaza de La Latina, donde nos dieron pinchos variados y unas cervecitas frescas bien tiradas.

El próximo lugar fue `La Posada de la Villa´, hostería de 1642, un lugar con sabor donde nada más entrar unos camareros con chaquetas blancas te ofrecen un clarete y otros unas redondas croquetas de bacalao que sabían a gloria bendita.

El último lugar del paseo matutino, siempre acompañados de la espléndida música tocada por una banda de excelentes profesionales, fue la `Marisquería Arcade´, donde nos invitaron a pescaíto frito.

El final del camino fue la Plaza de la Villa, donde nos recibió una divertida Carmena que llevaba, como buena Cofrade de Honor, un sombrero de copa negro. Hizo un buen y escueto discurso sin leerlo y nos invitó a una copa de vino español con canapés y queso manchego.

Y hasta aquí llega mi historia, porque estaba medio enfermo, bastante perjudicado y totalmente empapado y decidí abandonar el funeral para descansar.

Luego me dijeron que todo fue muy bien, pero como no lo viví, no lo cuento.

No sé si iré el año que viene, pero desde luego este año ha sido la mejor despedida posible del Carnaval y de la pobre sardina.

Gracias a todos los que habéis apoyado a la `Alegre Cofradía del Entierro de la Sardina´ y a los propios Cofrades, repletos de sardinas colgantes, que no dejasteis de cantar, bailar y regalar caramelos, haciendo feliz a muchos madrileños, como le gustaba a mi padre.

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Carlos Pecker

Realizador, Periodista, Camarógrafo, Técnico de sonido, Iluminador, Editor, Profesor universitario y Escritor.

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