De los tres debates televisivos emitidos, y sin entrar en el fondo de los contenidos, sin duda el que más me gustó fue el organizado por Jordi Évole para La Sexta, con Rivera e Iglesias tomando algo en un bar. Un formato original donde los dos políticos estuvieron a gusto, naturales y cercanos en todo momento. Una muestra de que se pueden realizar debates de una manera diferente y dinámica.

El segundo fue el del 7D, emitido en Atresmedia, con Soraya, Sánchez, Rivera e Iglesias. Buscó también la originalidad colocando a los tertulianos de pie y con una realización repleta de cámaras, pero el resultado era demasiado artificial, con planos muy repetitivos. Pero el hecho de que fuera un debate a 4 funcionó. Me encantó las cámaras que fueron instalando antes del debate, sobre todo las de dentro de los coches de los candidatos. Los moderadores, Ana Pastor y Vicente Vallés, estuvieron bien.

El peor fue el último, que organizó la ATV y moderó Manuel Campo Vidal. La realización fue muy ordinaria y el decorado nefasto y «viejuno». Se hizo pesado y los dos contrincantes, Rajoy y Sánchez, dieron una impresión fría, negativa y forzada.

Mi conclusión es que se deben acabar los debates a dos y apostar por más candidatos, con realizaciones más modernas y vibrantes. Mejor hacerlo en decorados naturales que en un plató, y si hay público es bueno que pregunten, no tenerlos de monigotes.

En todo caso, han sido todos un éxito de audiencia, lo que demuestra el interés de la audiencia por estos programas especiales.