Kremer de Seda

Carlos Pecker Pérez de Lama

Agosto

Bajo un sol de justicia, donde te suda constantemente la espalda, se forja otra América, la que llaman «profunda», en casas al borde de una infinita carretera que se pierde en el más allá, rodeada a ambos lados por enormes circunferencias de paja.

Un cáncer agónico, una familia desalmada, unos recuerdos rotos de padre violento y madre mezquina, que no me regala ni unas botas vaqueras que son el sueño de su malquerida hija.

Drogas de todo tipo, pastillas multicolores (las que más me gustan son las azules), alcoholismo en estado puro. Es un mundo sin salida o, quizás, la única es el estanque del lago. Pero yo perdí el tiempo en asegurar los dólares ganados con ese sudor eterno y dejé irse al hombre que tenía whisky en vez de sangre en las venas. Por otra parte le odiaba.

Mi hermana se acuesta con mi marido, su hijo con su hermana, el novio de la más superficial se enrrolla con la hija de la más seria, menor, enganchada a la marihuana, y yo de verdad en quien pienso es en mi vaquero de juventud, cuando todavía me crecía el pelo en mi despelada calva.

Al menos me distraigo y gozo machacándoles a todos en la comida después del funeral, a la imbécil de mi hija que se va con el del Ferrari sabiendo que es un puto playboy y le ha metido mano a su sobrina, a la otra que vivía en casa pero me acaba de dejar, y todo porque le he descubierto que su único amante es el tonto de su hermano, que no mi hijo, pero sí mi sobrino. Pero la peor es la fiera que no se ríe nunca, que encima es la que más se parece a mí, la desnudo en público por su falta de fuerza al no aguantar ni un día más con su horrible marido. Pobre diablo. Con lo guapa que era.

Claro, se toman la revancha y me llevan al psiquiatra, como ellas no han vivido una existencia llena de martillazos en mi puta cabeza, pues se creen que las cosas caen del cielo.

Me quiero deshacer del aparador del salón y tomarme otra pastillita azul, que me encanta. ¿No se si os lo he dicho antes?. También él se cepillaba botellas como si fueran agua, ¿o no?. Fue un pacto y la zorra de mi hija no quiere entenderlo. ¡Pues marcha ya y déjame en esta podrida tierra!.

Ya sólo me queda la india, o la étnia indígena o amerindia, o yo que se qué. Ni lo se ni me importa. Pero al menos ha tenido huevos para romperle la espalda a ese imbécil con la pala de papá. Mira, para algo ha servido.

Ahora estoy sola, atada a mis locuras de un cerebro torturado por las pastillas y el cáncer. Voy a poner la canción de Eric Clapton «Lay Down Sally», la que mejor me entra, y bailar con mi último cigarro, a ver si me absorbe de una vez.

Por suerte no conocemos el futuro, o no nos levantaríamos de la cama. ¿Me he tomado la pastilla?.

Agosto.

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Carlos Pecker

Realizador, Periodista, Camarógrafo, Técnico de sonido, Iluminador, Editor, Profesor universitario y Escritor.

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