Esta mañana, después de enchufar la lavadora y ponerme a planchar montones de ropa atrasada, pongo la tele, zapeo un poco, y me encuentro a Belén Esteban entrando en el plató de Ana Rosa Quintana después de tantos años.
Nunca me ha interesado nada de lo que ha dicho esta chica tan popular, pero curiosamente esta vez encontré a otra «Princesa del Pueblo». Le ha cambiado la mirada, la forma de expresarse, es más coherente y sensata. La entrevista descubría una nueva Belén que se enfrentó a su maestra y amiga «AR», con la que tenía muchas cuentas pendientes.
Por otra parte, la verdadera razón ha sido la publicación de su nuevo libro, «Ambiciones y reflexiones», que en tres días lleva tres ediciones. Parece que arremete contra todos y contra ese mundo superficial en el que ha estado inmersa tanto tiempo, quizás por la presión de sus compañeros de tertulias, por los supuestos amigos, a lo mejor por su vena mediática-folklórica, o sencillamente por el infranqueable destino.
Es una pena que no haya hablado de cómo se ha desenganchado de la droga, algo que intentó constantemente la periodista sin resultados, pero la humanidad de sus testimonios, la frescura de su cara y la tranquilidad interior que reflejó me encantó. Parece mentira que yo defienda a estos personajes «telebasureros», pero creo que hay que tener mucho valor para aceptar que estás hundido y saber salir hacia adelante, sin mirar atrás, como dijo ella. Ya podían aprender otros. Desgraciadamente en este mundillo hay demasiados «enganchados» a cosas varias.
Luego entraron en el plató los de siempre, colocados primero e inexplicablemente a la espalda de Belén: el Lequio, la Patiño y los demás. Después se sentaron en el salón principal y empezó el espectáculo. El único prudente e interesante fue Boris Izaguirre, coescritor del nuevo libro de Belén Esteban, pero desgraciadamente todo volvió al cotilleo y a la odiada telebasura. La tertulia cayó en lo de siempre y ahora fui yo el que se desenganchó.
Para entonces ya había terminado toda la plancha, incluidas las camisetas con pegatinas, que son las que más me cuestan, y me dediqué a emparejar calcetines. La próxima vez los compro todos iguales.
