LA LEYENDA DE LAS LLAVES DE GUADALAJARA
I CRISTIANOS MATAMOROS, MOROS MATACRISTIANOS
Hace muchos años -tantos
que la cuenta se ha perdido-,
este relato transido
de dichas y de quebrantos
los siglos me han ofrecido,
llenas de risas y llantos,
de ánimas y camposantos
que del tiempo ha salido.
Eran tiempos de los moros
y también de los cristianos
que combatían humanos
cada cual entre sus foros,
y en esos tiempos lejanos
de alegrías y de lloros
de cristianos matamoros
y moros matacristianos,
había entre la ciudad
de nombre Wad-al-Ayara
un moro de honradez clara,
padre de una beldad
llamada Aixa. Una alfaguara
en lo mejor de su edad,
más bella de la ciudad
de otro son Guadalajara.
EL ALAMÍN DE LAS PUERTAS Y AIXA.
El padre de Aixa alamín
era de puertas y puentes
para guardar todos frentes
de este cerrado fortín,
que los cristianos valientes
la querían por botín,
para concederse un festín
con las puertas y los puentes,
Enamorada quedó
Aixa de un buen caballero,
el cual consiguió primero
palabras de amor le dio
que la mora le aceptó
al cristiano, el extranjero.
Y en una fuente sincero
con Aixa de amor habló.
Pero a Aixa igual la quería
un servidor del valí
que la anhelaba. Y así
de que su Aixa se veía
con un cristiano de allí,
tan muy a mal lo tenía
que siempre ya la seguía
el servidor del valí.
III. LA ENTREGA DE LLAVES POR AIXA
El caballero cristiano
consiguió que la doncella,
obtuviera una copia ella
y la diera al miliciano
de cuantas puertas de aquella
interesó al castellano.
Teniéndolas el hispano,
al ritmo de una centella
se la entregaba a Álvar Fáñez,
el cual bien que la guardaba
en previsión que pensaba
entrar más pronto que tarde
dentro de Wad-al-Ayara
y tomarla calle a calle,
llamando a sus generales
que muy cerca de allí estaban.
IV. LA FLECHA ASESINA
El servidor del cadí
que vio a Aixa con un cristiano,
tomando flecha en su mano
un disparo al alhelí
-desde un enclave cercano-
mató a su amada. Y así
finalizó aquel rubí
su existencia tan temprano.
A la jornada siguiente
penetraban los cristianos
de noche, pues en sus manos
tenían bien el presente
que Aixa entregara al hispano.
Y así fue precisamente
como fuera finalmente
Wad-al-Ayara cristiano.
Juan Pablo MAÑUECO.