Monólogo de Hamlet, en versión de Mañueco

Monólogo de Hamlet, en versión de Mañueco

MONÓLOGO DE HAMLET

¿Ser o no ser? Decidiendo es como somos siendo.
Cada día la ladera de la oscura duda
por un viraje u otro tu existencia reanuda.
La fortuna o desdicha es por la que vamos yendo.

Vivir es seguir la pendiente en tiniebla y muda
por donde almanaque diario vamos ascendiendo,
entre sombra y luz que igual con nosotros van siendo
sin saber qué será hoy la sombra que en otra muda,

ni cual rayo de luz nos irá en lumbre envolviendo.

¿Qué es más justo? Dardos, penas sufrir de la vida
resignadamente, ante el insultante destino
que agravia cada revuelta inquieta del camino
o tomar, rebelde, armas contra iniquidad venida.

Cada jornada traerá injusta infamia. Es sino
de la naturaleza en los seres, es su herida,
el ultraje con que el mundo da la bienvenida
a todo cuanto pone el pie en este orbe dañino

y lo azota sin rumbo, fin ni aparente brida.

¿Morir, dormir? Sea sólo tras de haber vivido
siendo el sueño de la vida, se haya o no alcanzado,
el hilo que a llegar siempre nos haya ayudado
y al día un nuevo día nos lo haya ofrecido.

Restará la duda, mas sí es cierto que has llegado
hasta el día de hoy y que ya, habiéndolo recibido,
la ruta de tus horas suena en son con sonido
que te hace estar siendo y yendo de este a otro estado.

Cumple haber vivido este, para llegar a otro lado.

Morir acaso no sea más dormir un más largo sueño
que nos lleve a muy remotas regiones
donde ya no puedan tocarnos las hirientes sensaciones
que nos conmovieron aquí en este mundo de nosotros dueño.

Si, así fuera, si pudiéramos dejar entre estos rincones
el abuso del tirano, la lentitud insufrible de la justicia.
los ultrajes y desdenes de cuanto se guía por la malicia,
Y pensar que con un sueño damos fin a tantos tiempos de ficciones.

Sólo con un puñal sintiendo su caricia.

Morir, dormir. He aquí una posibilidad que pone fin
al pesar de corazón y a los mil naturales conflictos
que constituyen la herencia de la carne y sus edictos
que se alimentan de nuestras desdichas como un continuo festín.

¿Quién quisiera soportar los presentes males diarios?
¿Gemir y sudar bajo el peso de una afanosa vida
completamente llena de esfuerzos y sumida
en las molestias cotidianas por tantos hados contrarios,

si apenas con un estilete podría procurarse los salvoconductos necesarios .

Pero nadie ha regresado a contarnos los parajes
que en el gran sueño de la muerte se vislumbran
y eso nos torna a todos cobardes, preferimos los contornos que nos apesadumbran,
que iniciar misteriosos viajes.

Pero, alto, la hermosa Ofelia viene. Hermosa,
en tus plegarias recuerda mis pecados.
-Señor conservo de vos algunos recuerdos
que deseo restituiros puesto que ya no gustáis de mi compañía

-No, nunca te he dado nada, nada que debáis devolverme como mercancía.
-Insisto señor en que conservo de vos cartas, acuerdos
que tiempo atrás fueron por mi contemplados
como expresión de amor , como dulzura hermosa.

-Nunca te he dado nada. ¡Vete a un convento!
y no vuelva a creer en las palabras de un hombre dichas en un momento.

-Vete, vete a un convento, hermosa Ofelia, ingresa en un convento,

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Juan Pablo Mañueco

Nacido en Madrid en 1954. Licenciado en Filosofía y Letras, sección de Literatura Hispánica, por la Universidad Complutense de Madrid

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