La Confederación Plurinacional de Pedro Sánchez

Creo que Pedro Sánchez dice la verdad: no va a permitir la independencia. De derecho. Sólo la de hecho. La que ya existe, reforzada, extendida. Eso es lo que viene. Gestión de casi todos los impuestos. Competencias sobre la Seguridad Social, aunque sin romper la caja única, porque no les conviene a las envejecidas regiones vasca y catalana. Una Justicia propia, para que se puedan juzgar a sí mismos y concederse terceros grados después de los primeros diez minutos de cárcel. El modelo Oriol Pujol, que ya está en la calle: indultos disfrazados de libertades provisionales, y golpistas a su casa.

Todo manteniendo una ficción de legalidad y respeto a la separación de poderes. Blindaje de la lengua única (inversión y sustitución lingüística), de la enseñanza, la sanidad y los medios de comunicación a su servicio. Embajadas propias en todos los organismos internacionales. Una financiación para Cataluña que sea, en la práctica, un concierto como el vasco-navarro, que también quedará garantizado. Autorización de pactos entre autonomías que permitan la formación de una Confederación de Países Catalanes: Valencia, Baleares, Cataluña, más la Franja aragonesa, el Carche jumillano, y los domicilios personales de todos los que hablamos catalán, entre los que me cuento, pues la nación es la lengua. A la inversa, claro, no. Y anexión de Navarra para la conformación definitiva de Euskalherría o, como mínimo, otra confederación Nafarroa-Euskadi.

A ello hay que unir competencias sobre el mercado laboral, el comercio, la política social y de inmigración o la ordenación del territorio para hacer desaparecer las provincias. Fin del mercado único en la práctica. Cuotas para las naciones confederadas en todos los órganos del Estado: Constitucional, Supremo, Competencia… El resto de comunidades a machacársela. El proyecto confederal de una España plurinacional cumplido al fin. Que consiste en eso: en que los ricos se queden con la riqueza de los ricos y los pobres con la suya de pobres. Muy de izquierdas. Una URSS para hijos de la LOGSE. Con lo que ya no seremos siquiera una nación de naciones, sino una nación de naciones de naciones, una confederación de confederaciones. No miente Pedro Sánchez: con él no habrá nunca independencia. No hará falta.

Y todo esto, no como una colaboración pasiva y resignada (al modo en que suele presentarnos la derecha sus también torpes cesiones), sino con el protagonismo voluntarioso de un PSOE sin cuyo concurso (con la salvedad del felipismo, que empiezo a pensar que fue una anomalía) el separatismo seguiría siendo residual. El partido que se decía igualitario, precisamente por español, es hoy el principal agente de la desigualdad. Un nacionalista más. Es el partido Zelig, camaleón, que creó Zapatero, el que aniquiló a Redondo Terreros y ha producido a Sánchez.

Un partido catalanista e impulsor de la inmersión lingüística en Baleares y Valencia, donde presiden gobiernos con nacionalistas mallorquines o con Compromís y las también neoseparatistas Unidas valencianas. Aliados del PNV en las Vascongadas (este término les jode mucho) y amigos de cuchipanda de Otegui. Y, lo más importante, también los que -a través del PSC, su cáncer- comandaron el Tripartito: la alianza Maragall-Zapatero-Carod-IU que es el origen del ‘prusés’. De la misma manera que, flor de demagogia, son antitrasvasistas en Toledo y Zaragoza y trasvasistas en Murcia y Alicante.

No hay, pues, nacionalismo en España que no haya sido o esté sostenido por el PSOE. Ahora con el apoyo de Unidas, que es un nombre muy gracioso para quien predica la desunión. Así que lo que nos jugamos el próximo domingo es no sólo la economía, que también, sino la continuidad de lo más progresista que hemos construido desde la Constitución de Cádiz hasta hoy: España. La igualdad ante la ley; la libertad de movimientos y de lengua; y la fraternidad, pues se ha cumplido el sueño de Zapatero: ya todo es enfrentamiento, escraches, cizaña. Ese era el proyecto al que Sánchez sirve por pura y mentecata ambición personal: acabar, en efecto, con el régimen del 78, con la Transición y con la reconciliación y la democracia que nos trajo.

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