Narbona y los ‘resort’

Volvió Narbona a Murcia, años después de haber decretado la derogación del Trasvase del Ebro, y se quejó del trato que en su día se le había dado. A Narbona nunca se la debió insultar, en efecto. Cuando abandonamos la ley y el respeto al otro, perdemos la razón. La perdieron quienes la insultaron, pero ella no la tuvo nunca. La derogación del Trasvase del Ebro fue un atropello histórico, y todos sabemos que no se debió a ninguna defensa del medio ambiente, ni mucho menos a una acción destinada a impedir esa suerte de autoagresión territorial a la que se refirió en su comparecencia. Al parecer, ella vino a salvar al Sureste de sí mismo. El Trasvase se derogó porque los nacionalistas catalanes, con Maragall al frente, lo exigieron como condición para la investidura de Zapatero.

“Ni una gota de agua para el sur”, que dijo don Pasqual y, lo más grave, en Murcia y ante un auditorio de socialistas murcianos que callaron como… Y yo estaba allí. Y lo que resulta inaceptable es que presente el desvarío urbanizador de aquellos años como un asunto limitado exclusivamente a las tierras que habrían de beneficiarse del frustrado trasvase, y olvide todo lo que su partido realizó o proyectó para contribuir a aquel disparate constructor.

Los años horteras se nos revelan en su plenitud sólo con fijarnos en el innecesario anglicismo ‘resort’, en lugar de usar residencial o urbanización. Años de ‘resort’ con todos los horteras forrándose y erigiendo sueños de grifos de oro, legiones de listos que pasaron de producir melones a levantar imperios golfistas. He llegado a ver despachos con planos en los que la Región de Murcia y Almería eran casi un mar de golf, ingleses y ‘greens’. Las fiebres del oro siempre enloquecen a la gente y siempre acaban como “La leyenda de la ciudad sin nombre”: en la ruina.

Pero esa locura, y sus consecuencias, no ocurrieron sólo aquí. Que al final va a parecer que corrupción y estupidez sólo se dieron en esta ignorada región. En la Andalucía que patrimonializan los socialistas desde hace más de treinta y cinco años, la costa es un inacabable muro de hormigón desde Algeciras hasta la costa granadina, y hasta Portugal, al otro lado. En Almería sólo se salva el Cabo de Gata si nos olvidamos del Algarrobico. Pero se reinicia en el chalete de Vera de su jefe Zapatero.

En La Mancha, los suyos proyectaron edificar la provincia entera de Ciudad Real para vivienda de madrileños y expansión de jubilados europeos. Y por eso querían, y quieren, quedarse el Tajo. Con su apoyo, con el pleno apoyo de su partido que quiso legalizar la muerte del Trasvase en el nuevo estatuto manchego. Los municipios del PSC en Cataluña, los sueños de edificar en ¡Los Monegros!, las islas llenas de dúplex en Extremadura. Incluso hoy, esa luz de Occidente que es el alcalde de Cartagena, un furibundo nacionalista de secano que confunde el Cantón con la zafiedad, quiere reactivar, apoyado en el PSOE cartagenero que lo sostiene, otro de los proyectos polémicos de aquellos años: la urbanización Novo-Cartago en el Mar Menor. Me lo expliquen.

No pararíamos. Pero no puedo acabar sin recordarle a la señora Narbona que hasta un ministro de su Gobierno, el ‘senyor’ Montilla, el cordobés recatalanizado, vino a esta región a apoyar un ‘resort’ que se financiaba con fondos de la Caixa de Catalunya, la socialista, la de Narcís Serra, la que ha costado muchos miles de millones a todos los españoles. Porque sólo se habla de Bankia, no sé si porque es de Madrid y las corrupciones catalanas gozan de inmunidad diplomática, pero lo de las cajas catalanas ha sido quizás el mayor agujero de España.

No nos tome por tontos, Narbona, respétenos también usted a nosotros, que muchos estuvimos contra aquel delirio. Que, no lo quiera ocultar, fue también su delirio.

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