La España plurinacional de Podemos acabará con Podemos

Olvidan que quien hundió al PSOE fue el PSC y, en general, los barones, los señores feudales, hoy de tanta actualidad. Y, a su imagen y semejanza, las mareas nacionalistas acabarán con Podemos. En su profunda ignorancia de lo que es el nacionalismo, la izquierda se ha dejado parasitar siempre desde la argamasa única del odio compartido: a la derecha y a lo que consideran, en gravísimo y desdichado error, el patrimonio de la derecha: la idea de España, la igualdad que fue siempre el gran motor de la unidad española.

Toda la lucha de los progresistas en el siglo XIX gira sobre la idea de acabar con las diferencias estamentales y forales. En el afán de una ley para todos. En la conciencia de que solo así son posibles la igualdad, la libertad y la fraternidad, y no con selvas legales y fronteras interiores.

Y ni la unidad ni la igualdad pueden descalificarse más que por sí mismas, y no por quienes las hayan defendido. El franquismo, que fue una anomalía, defendía la unidad estructural, pero no la igualdad, pues fueron las burguesías y los empresarios vascos y catalanes los grandes beneficiarios de la Dictadura. Y hoy, capullitos, son sus hijos los que vuelven a exigir privilegios, solo que ahora van en camiseta y con pendientes a los palcos del Liceo, del Palau, del Arriaga.

No son los obreros de la Seat ni de las industrias alavesas, a pesar de la traición de los sindicatos y de los partidos de izquierda, vendidos al nacionalismo, los que reclaman la independencia. Aunque muchos de sus vástagos hayan sido ya adoctrinados y ganados, para negar hasta su sangre, por los sistemas educativos que un Estado suicida les cedió. Las independencias, o mejor, las dependencias privilegiadas y parásitas del resto de España, que es lo que realmente quieren, vienen de la mano de una xenofobia secular que se viste de izquierda para camuflarse, como en otros tiempos se disfrazaba con camisas pardas o negras (en la Esquerra, sin ir más lejos).

Para Podemos España no existe más que como un conglomerado informe. Ni siquiera la nombran en la página web de su fundación hermana, CEPS, la que cobra de Venezuela. Aparecen con su nombre otro montón de naciones con las que trabajan, pero no la palabra España. Su proyecto es una España austro-húngara, zapatera, el modelo austracista, pre-ilustrado, al que quiere volver la Cataluña reaccionaria. Y a esto lo llaman progreso.

Pues bien, esa no España confederal a que aspiráis acabará también con vosotros. Los partidos terminan siendo un reflejo del modelo de nación y convivencia que persiguen. Y eso lo ha entendido muy bien Ada Colau, que después del Vanity Fair quiere su propio reino, su silla, su casa. Los de Bildu os usan como Caballo de Troya en España. Las mareas gallegas centran su futuro, su mirada moderna en regresar al Reino de los Suevos. Los nacionalistas valencianos quieren que la paella se llame catalana y no le pongamos pimientos. Y vuestra emir en Andalucía reclama, como todos, su califato libre de Iglesias. Vamos hacia el Cantón otra vez, pero como farsa y engaño. No es la Federal la que viene.

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