Un caso práctico para Wert y Gomendio

Se ha empeñado ahora el Gobierno de Mariano Rajoy en atribuir sus males a una escasa capacidad de comunicación, debida, al parecer, a que han estado muy ocupados rehaciendo España. Es evidente que cuando no se explica lo que se hace es muy difícil que la gente lo entienda. Ahora bien, el verdadero reto es explicar lo que no se ha hecho, lo que se ha incumplido. Al PP, por ejemplo, se le votó entre otras cosas para que redujera y fortaleciera el Estado a la vez.

Un Estado liberal ha de ser tan pequeño como lo exija el límite esencial de las sociedades libres: no invadir el ámbito privado de los ciudadanos ni coartar la libre iniciativa. Y a la vez ha de ser tan fuerte como para sostener la igualdad de todos ante la ley. Por ejemplo, una cartilla sanitaria única que reconozca el derecho a recibir asistencia en cualquier hospital de la nación. O un sistema universitario que permita optar en igualdad de condiciones en todas las universidades españolas.

La igualdad de oportunidades educativas, entre ellas las lingüísticas,habría debido ser el principal objetivo de Wert, el hombre que ha conseguido irse dejando tras de sí una estela equívoca: parece que se le odia por lo que ha hecho, cuando no ha hecho nada, aunque la propaganda de la izquierda haya conseguido extender lo contrario.

Wert es la más perfecta metáfora del gobierno Rajoy. Ni siquiera la LOMCE es una ley nueva, sino un simple pegote a la LOE zapatera, a la que no ha derogado. Y lo más grave: sus desarrollos no los hubiera mejorado la izquierda más extrema en punto a sandez pedagógica, ordenancismo, burocracia y ataque al conocimiento, para insistir hasta la asfixia en la estafa de las competencias, que es lo que ha llevado a su señora Gomendio a la OCDE. La izquierda la va a derogar porque esta gente es así de sectaria, pero, salvando las reválidas, es su ley. No se crean la propaganda de la sinistra. Desdichadamente, toda la ‘nueva pedagogía’ que trajo la LOGSE ha sido llevada en la LOMCE y sus decretos de desarrollo a su formulación más extrema

El caso, que es a lo que iba, es que hoy no hay un sistema universitario español, sino una piara de instituciones tribales que exige que un estudiante que aspire a unas determinadas plazas tenga que ir de peregrinación, de universidad en universidad, con fechas dispares de cierre de admisión de candidaturas en cada una de ellas, y con el agravante de que algunos de los mejores, que han realizado programas especiales bilingües o internacionales, se vean postergados en sus aspiraciones al cerrarse los plazos antes que la homologación de sus calificaciones.

En Francia, el sistema es único, las peticiones se hacen durante el último año del Bachillerato y las plazas se asignan de manera centralizada. Nadie vive en la incertidumbre ni es devorado por la selva burocrática que es hoy España. La mayoría absoluta era para esto.

Claro que ahora viene la izquierda plurinacional a arreglarlo, como ya han anunciado el PSC-PSOE y Podemos, dividiéndonos en naciones neoindependientes. Tenía que venir Stalin, pero de verdad.

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