Todos pierden, nosotros ganamos

Ya saben ustedes que al día siguiente de unas elecciones, como por ensalmo, todos dicen haber ganado. Quizás lleven razón y los partidos nunca pierdan -como la energía-, sólo se transformen. El caso es que en esa transformación los votantes, eso que ya nadie nombra, el pueblo, ganemos algo. Y esta vez, sí, esta vez ganamos nosotros. Los perdedores son ellos, aunque unos más que otros.

El PP y el PSOE pierden su hegemonía, aunque han salvado la alternancia de partidos de la Segunda Restauración Borbónica. Salvo que el socialismo indefinido y socarrat se hunda (que a lo mejor es el único modo de que vuelva a ser español), uno de ellos será siempre el núcleo del sintagma, perdonen la referencia gramatical y no se preocupen: es un homenaje, en España ya no se volverá a estudiar gramática. Los programas del ministro Wert han logrado el récord de ser peores que los de Zapatero. Gracias a los unos y a los otros, nuestros vástagos serán competentes en la ignorancia. Eso sí que es la definición del Régimen: contra la Gramática.

Y los que venían a comérselos, se han quedado en el camino. Podemos, porque al final todo el mundo se ha dado cuenta de que no era más que la extrema izquierda travestida adueñándose del descontento y reiterando su apoyo al descuartizamiento de España. Lo de siempre. Y Ciudadanos, porque le ha cogido en el aire y ha tenido que hacerse con algunos globos. El mismo hundimiento de UPyD del que se ha beneficiado, podría ser la causa de un futuro jarmazo.

Al final ambos lo único que han conseguido es cambiar los complementos, que son los que se han hundido, y por razones contrarias: UPyD, por no unirse (hoy podrían ser en verdad alternativa de gobierno); e IU, por unirse, por abandonar sus siglas en manos de un Podemos que, en cuanto dejó de dirigir la situación, los traicionó, y hasta desde dentro. Es decir, lo que siempre hicieron los comunistas, hoy se lo han hecho a los comunistas.

Y eso es lo que más me sorprende, porque uno, que fue compañero de viaje en la universidad y votante de Iglesias y de Anguita, nunca pudo imaginar que el Partido Comunista, la concentración de inteligencia estratégica y táctica mayor que vieron los siglos, pudiera acabar fundido por unos aprendices de revolucionarios bien instalados en la burguesía. Su decadencia es ya la nuestra, los años, las sombras, Madrazares, esa conjunción sideral de tontos que consiguió acabar con el PCE.

Pero lo mejor es que podamos estar ante el fin del nacionalismo chantajista como bisagra y escarnio de España. Coaliciones, sí, pero nunca más con ellos. Así sea.

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