Chacón en Murcia

Hace unos días se apareció en Murcia doña Carme Chacón, no diré que recién bajada del cielo, digo de Miami, pero al menos con la misma ignorancia sobre España que antes de irse. Y lo que vino a decirnos, como gran revelación, y muestra de delicadeza y tacto políticos, es que fuera no se conoce a la Región de Murcia más que por la corrupción. No ha llegado siquiera, la dama catalano-almeriense, a preguntarse si es que somos todos unos corruptos o es que en España, de algunas regiones, sólo interesa la espuma amarilla, la crónica negra que confirme la superioridad natural de las regiones de las razas elegidas. Desconocimiento menos disculpable aún en un político de origen almeriense, tierra hermana de la que podría decirse lo mismo que de la murciana.

Lo grave, querida Carme, no es que se nos conozca sólo por la corrupción, sino que se haga sólo por el rumor de la corrupción. Es decir, por informaciones que se limitan a confirmar una leyenda, hecha de prejuicios y caricaturas, que nos sitúa sin remedio en el cubo de la basura de España. Pero no he leído nada, ni he visto nada en medios nacionales, que entrara de verdad a contar lo que suponen la Umbra, Novo Carthago o “Las 50 sombras de Sacyr”, por señalar los casos más flagrantes que afectan al PP; o Los Alcázares, Lorca y otras dislocadas ensoñaciones res-hort-eras (sic) de algunos municipios socialistas. Ni siquiera nuestra corrupción ha merecido pasar de la superficie peyorativa en que llevamos siglos por la homonimia en un edicto desgraciado.

Por supuesto, el triángulo oligárquico de los últimos 150 años (Madrid, Barcelona, Bilbao) está muy ocupado en sus propias cuitas (cómo construir un Estado, en un caso, y cómo destruirlo, en los otros) como para ocuparse de los súbditos de las regiones perdidas. Se trata de una estructura de poder e informativa que ha llevado a que los españoles no sepamos nada los unos sobre los otros, que toda la información se reduzca a ese triángulo, que se nos inunde con las invenciones y el coñazo nacionalista vasco-catalán (y el hermano pobre y mimético del nacionalismo galego), y que de los demás sólo nos lleguen crímenes, terremotos o… corrupción.

De la Región de Murcia no se sabe ni quién la preside hoy, ni la guerra abierta entre Gobierno y partido, ni la tragedia de un equipo centenario, el Real Murcia, condenado a desaparecer por sus propios errores y por la inquina de un personaje nefasto y sectario llamado Tebas. Eso sí, lo sabemos todo sobre Mas, Junqueras, Urkullu-Arzallus, el Barça separatista, el Athletic del PNV, los problemas de ‘rodalíes’ en Barcelona o la última parida de cualquier neoetarra de los que gobiernan por allí.

En fin, Carmencica, lo que has dicho de nosotros sólo revela dos cosas sobre ti: tu atrevimiento y tu ignorancia como ‘miembra’ de esa oligarquía nazionalista catalana que nunca entendió España, y no al revés. ¿Cómo puedes tú, de origen andaluz, venir a hablar aquí de corrupción, mujer de mi vida? No sólo de la evidente, la institucional, la de los ERE, sino de esa otra, para mí mucho peor, a la que nadie se refiere, la del PER, la de ese sistema de perpetuación del caciquismo que tiene sometida a toda la Andalucía pobre.

Pero, sobre todas las cosas, ¿cómo puede hablar de corrupción una ‘militanta’ del PSC, corrupto y colaborador necesario de la corrupción ‘nazionalista’ de la región más corrupta de España? ¿Cómo puedes venir a hablar de corrupción en los mismos días en que los Pujol revelan la verdadera naturaleza de la democracia catalana (con el charnego antisistema en camiseta rindiéndoles pleitesía), de la que habéis sido contribuyentes fundamentales y hasta impulsores (Maragall y Montilla)? ¿Tú, la de Rubianes somos todos? ¿Vosotros, los que durante cuarenta años habéis compartido y avalado el adoctrinamiento nacionalista, la inmersión lingüística y la ‘inmerdación’ de la entera sociedad catalana?

Por lo demás, tu visita ha sido una nueva muestra de la astucia política del socialismo murciano: ahora que tienen al PP en peor posición que nunca, peleado por dentro y cuestionado por fuera, te traen a decir majaderías y ni siquiera te advierten sobre lo que debes y no debes decir. Hasta es posible que hayan sido ellos los que te hayan sugerido el discurso. Capaces son.

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