Guruceta y el nacional-barcelonismo

El único momento en que el Régimen de Franco estuvo a punto de caer no fue a consecuencia de las diversas huelgas generales revolucionarias que el PCE –la única izquierda real, además de prochinos, troskystas y anarquistas- convocaba cada diez minutos, y a las que los jóvenes universitarios de entonces acudíamos emocionados corriendo y dando ‘saltos’ por Moncloa; ni se debió al Contubernio de Múnich, ni a Pablo VI, ni a la ONU, ni a las democracias occidentales, ni al ‘sursum corda’. Fue Guruceta su causante.

Al guipuzcoano, uno de los mejores árbitros de entonces, se le ocurrió pitar como penalti un derribo por detrás del gran Velázquez antes de entrar en el área del Barcelona. De aquella infancia mía no recuerdo un escándalo igual. La Cataluña que entonces recibía al Caudillo con multitudes genuflexas (repasen la antológica revisión de portadas de La Vanguardia Española que está ofreciendo Arcadi Espada en su blog); y el Barça, que aún le concedería medallas de honor y todas sus distinciones más ‘alabanciosas’, estallaron contra el árbitro vasco (menos mal, ¡lo que habrían dicho si llega a ser ‘español’!), que no era sino estallar contra un Madrid que les venía breando desde hacía quince años. A nadie se le ocurrió negar que aquello no era penalti, ni al más exaltado madridista.

El martes de la pasada semana se produjo una jugada calcada, esta vez, como siempre desde hace diez años, a favor del Barcelona. Tan obvia. El nacional-barcelonismo lo negó en bloque. No es una afición ni un modo de entender el fútbol, al fin concebido por el genio irrepetible de Luis Aragonés para la Selección española. Es una religión. Un libro sagrado escrito con la misma sangre cínica con que el catalanismo eleva sus quejas contra la opresión hispánica desde la región más rica y favorecida por todos los gobiernos centrales de que tenemos noticia.

Es inútil intentar razonar o aducir hechos con quienes no creen en la razón sino en la tribu, la sangre, la raza, el llanto victimista. Inútil hacerles escuchar a Villar el famoso “¿qué más quieres que te dé, Sandro (Rosell), si ya te lo he dado todo?”. Inútil el repaso de bochornosos arbitrajes, tanto en España, como en Europa (donde Gaspart manda mucho en el comité de designación de árbitros), y que han consistido en desbrozar el camino del Barcelona cada vez que se les atragantaba un partido, hasta ser el club de Europa con más expulsiones de contrarios y más penaltis a favor. Recuerdo, todavía con estupor, la expulsión de Van Persie de hace unos años, por no hablar de Ovrebo o del gol anulado al Madrid en el Camp Nou por falta de un delantero, Cristiano, que había sido previamente derribado (por cierto, con el criterio de ceguerón que les escuché de que el penalty es por el sitio en que caes, aquel derribo de Cristiano era penalty, y el de Velázquez, también). En España, bastará para ejemplo de descaro y desvergüenza con la última eliminatoria de Copa con la Real Sociedad.

Y no me vengan los falsos neutrales con lo de los grandes. A veces se equivocan a favor del Madrid, sí, o del Atleti, pero también en contra. Hay muchos más errores a favor del Bilbao, otro que tal, que del Madrid. No olvidemos quién es Villar y recordemos el año que iba a Bajar el Bilbao y los arbitrajes que lo salvaron. Pregúntenle al Betis. Pero con el Barça, la clave es el momento en que se produce el error, el martilleo de tarjetas a los adversarios, la tolerancia con los leñadores Busquets o Alves. Los que le deben su puesto llevan pagándoselo una década.

Pero si dices que lo de Manchester no fue penalti, igual te mandan al CAC, el nuevo martillo de herejes nacionalista. Catalunya es el dios y Messi, su profeta. No se me rían.

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