Estrasburgo y el Pinchador de Burbujas

Nos echarán de Europa. Vuelven a creer que somos un país de moscas y sol, de cunetas sucias y justicia silvestre, la España eterna que ha cambiado las sotanas negras por la coca blanca y la Inquisición por la corrupción. Una España afgana donde el Estado apenas existe más allá de Madrid, donde los Señores de la Guerra dominan sus regiones inaccesibles e imponen leyes ajenas a la civilización. Otra vez la España magrebí que alimentaron con sus prejuicios y sus deseos de revancha por los siglos imperiales. El fantasma de los Tercios está hoy compuesto por albañiles, carpinteros y fontaneros.

Tampoco les falta razón. No sólo están comprobando cómo nos hundimos en el paro y el déficit; cómo crece una deuda pública que nos argentiniza en la ruina y convierte al país entero en un inmenso ‘corralito’; cómo estamos gobernados por un grupo de autistas del que los pocos que saben algo están deseando salir; cómo gastamos en idioteces los beneficios que habíamos obtenido en las décadas anteriores a base de pluriempleo y sacrificio.

Lo que ven es que hemos sido nosotros mismos, ¡desde el Gobierno central! y todas sus ramificaciones, los que llevamos cinco años echándonos basura encima, autodenunciándonos, suvbencionando organizaciones que viajaban por Europa para presentar una imagen de España de especuladores y corruptos, agricultores por el pelotazo, políticos pistoleros, leyes contrarias a la razón y ciudadanos envilecidos por el ansia reprobable de tener un apartamento en la playa, grave pecado contra la humanidad y el cambio climático. España era, para regocijo y aliento de la nueva leyenda negra renovada (y renovable) una sucursal de Chicago Años Veinte pasada por Venezuela y Zimbabue.

No hay que extrañarse, pues, de que el Parlamento Europeo acabe de aprobar un informe de la parlamentaria danesa verde Margrete Auken en el que se nos deja a la exacta altura de lo que hemos sembrado con nuestras actuaciones (la fiebre del oro que se propició desde el sistema: partidos, todos, empresarios y banca) y con los ataques contra nuestras actuaciones, en uno de esos espectáculos de cainismo hispano que a los europeos les producen siempre un sentimiento mezclado de estupor y desprecio. Porque corrupción hay en todas partes donde fluye la pasta. La sinvergüencería es universal. Lo que resulta insólito es que un país miembro acuda a las instituciones europeas a hablar contra sí mismo, a aventar sus trapos sucios para vergüenza de todos.

Ahora, lo que ha llegado a pedir la señora Auken es, incluso, que se nos retiren los fondos europeos asignados hasta 2013, casi 32.000 millones de euros (cinco billones de pelas, que es la moneda a la que hay que volver para no seguir engañándonos con una riqueza que nunca tuvimos), por nuestro expolio medioambiental, las transgresiones de la normativa europea, la inutilidad, lentitud y dudosa fiabilidad de nuestra justicia, y, horror, la inseguridad de la propiedad privada en nuestro territorio.

Llega a hablar de “corrupción endémica” y esto constituye el mayor ataque que se nos haya hecho en el último siglo, pues supone la consideración de una naturaleza inevitable, un gen hispánico que nos inhabilita para el imperio de la ley, el Estado de derecho y la democracia. En fin, no es el Méjico de Ciudad Juárez, pero casi.

¿Qué creen ustedes que ha hecho nuestro Gobierno ante semejante descalificación? Ni se ha presentado. Seguramente, además de por su probada incompetencia, porque sabe que es uno de los principales responsables de esta imagen que volverá costarnos decenios levantar. Hace pocos días el propio Presidente Rodríguez se alzaba gigante en la tribuna del Congreso para afirmar que la Historia les recordará como el Gobierno que pinchó la burbuja. Desde luego, que no tenga la menor duda. Son muchos millones los que les recordarán.

Lo que soprende a Europa, y a mí, es que pueda existir una ley en la Comunidad Valenciana por la que se pueden realizar planes urbanísticos que no tienen en cuenta los derechos de edificaciones ya existentes, normalmente de ciudadanos europeos que en su día se instalaron allí con todos los requisitos legales, y que suponen, de hecho, la destrucción de sus propiedades o una expropiación encubierta. O que se planearan urbanizaciones imposibles para miles de ingleses en auténticos secarrales. Pero también lloro cuando paso por Los Alcázares socialistas y recuerdo el pueblo delicioso en el que viví en 1980. O cuando atravieso Seseña y pienso en lo que nos va a costar la intervención en la Caja de Castilla-La Mancha, la ruinosa gestión del socialista Hernández Moltó cuyo fin era enladrillar la llanura manchega.

Lo que nos sorprende a Europa y a mí es que el Gobierno del partido que ha realizado, en sus territorios, la misma política de que acusaba a la oposición, se lanzara, nada más acceder al poder, a una inconcebible campaña de descrédito de lo que había sido el motor económico de su país sin tener preparada una alternativa. Y lo que constituye definitivamente el copón es que mientras desacreditaban a España ante el mundo, siguieran alimentando ese modelo basado en la construcción en cuantos ayuntamientos y comunidades gobernaban, sin hacer absolutamente nada, más que presumir del superávit que ese mismo ladrillismo les generaba, para cambiar el modelo y procurar una transformación silenciosa y paulatina que no nos hundiera de golpe en los cinco millones de parados que ya están aquí.

Esta irresponsabilidad, de haberse dado en un país decente, ya le habría costado el cargo al Pinchaburbujas. Hoy son millones las familias españolas endeudadas que ven como el valor de sus propiedades se ha hundido mientras el Presidente de su Gobierno presume de ser el autor del hundimiento.

Conozco a una familia que hasta hace dos años vivía feliz: trabajando todos, habían ido comprando un piso para cada hijo, además de la casa familiar. Hoy uno de ellos, con veinticinco años y una niña, ya está en el paro. El otro, con veintiocho, ha tenido que denunciar a un jefe que no le paga, asfixiado a su vez. Como no está despedido ni siquiera cobra el subsidio de desempleo y su madre tiene que hacer frente a su hipoteca, además de a la propia, para no perderlo todo. Son carpinteros. Unos corruptos endémicos. Eso sí, voy a decirles que Zapatero, el Bueno, acaba de informarnos de que el futuro está en la biotecnología y en las energías renovables. Seguro que se sentirán muy animados.

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