El Lazarillo de Tormes era catalán.

Lo único que hace relativamente soportable el nacionalismo es que resulta muy divertido. No sé si ya podríamos vivir en España sin la coyunda payasa de los separatistas gallegos, vascos, catalanes y, últimamente, los seguidores andaluces de Blas Infante, que proponía la reislamización de Andalucía y al que hoy consagran su ‘realidad nacional’. Pero si el sueño de la razón produce monstruos, el de la sinrazón engendra chafarrinones geniales.

La obsesión por el otro (Castilla o España), la frustración histórica de quienes no han aportado a la Humanidad más que resentimiento, hierro o calcetines frente a una de las grandes culturas universales –que también es la suya, pero de la que reniegan-, la envidia inacabable, el complejo de inferioridad victimista necesitado de compensación económica, y el catetismo, en fin, elevado a referencia de unas ‘naziones’ que nunca existieron, causan fenómenos como el que hoy nos ocupa. Démonos un respiro para no centrarnos en este Gobierno tontaina que nos ha conducido a un ridículo mundial, a tener que aguantar las provocaciones de un nazi rojo de los suyos, como Chávez, y a que un rey constitucional tenga que estallar frente a las ofensas sostenidas. Hoy nos toca reírnos un poco con los ‘socis’ de Zapatero, esos que le enseñaron que España no es una nación, pero Cataluña sí, y lo incluyeron en el Estatut con su asentimiento.

El caso es que un filólogo catalán (Cataluña es hoy un reino de filólogos, los dueños de la lengua y, por tanto, de la ‘nació’), Jordi Bilbeny, miembro del Ómnium Cultural, la organización que determina la ortodoxia doctrinal del independentismo, acaba de presentar un libro titulado La vida de Llàtzer de Tormos, donde asegura que la maravillosa obra que inaugura la literatura moderna europea, fue escrita inicialmente en catalán por el narrador y dramaturgo valenciano Juan de Timoneda (que lo escribió casi todo en español), y que el original castellano es simplemente una traducción.

Hombre, más que una sin duda excelente traducción, deberíamos de hablar de una adaptación, puesto que que incluso traslada la acción desde el Reino de Valencia hasta Castilla, cambiando así, como sostiene Bilbeny, la villa de Tormos, próxima a Gandía, por el río Tormes donde se inicia la vida de Lázaro en la ‘copia’ castellana. Es una forma de traducir curiosa, pero la explicación resulta, por demás, bien simple en el imaginario catalanista. Como se sabe, en el siglo XVI, convertida la lengua de Castilla ya en español, hablada y escrita por todos los peninsulares cultivados, incluidos los portugueses (todos, entonces, naturales de Hispania, concebida siempre como una unidad geopolítica y cultural), y lengua de cultura en Europa, las grandes obras literarias castellanas se escribían primero en catalán y cuando la Inquisición las censuraba y las quemaba, que es lo que se ordenaba desde la malvada Castilla –siempre ocupada en expoliar Cataluña-, entonces se traducían a la lengua de ocupación. Así, como el catalán no era entonces más que una lengua de iglesia, se evitaba su contaminación por obras heterodoxas y erasmistas, como el “Llàtzeret”, y se multiplicaba su público para poder quemar a más gente, que era de lo que se trataba. Juro que es cierto.

El asunto comienza cuando la primera Biblia impresa en España, la valenciana del siglo XV, fue quemada por la Inquisición, que le debió coger gusto. Y aunque se trataba aún de la Inquisición aragonesa, la orden hubo de darse en Castilla, que para eso había colocado a una dinastía castellana al frente de la Corona de Aragón con el secreto afán de “destruir a Cataluña como país”. Lo que no es sólo una frase, sino que que manifiesta la oscura intención con la que se levantan cada día millones de malignos españoles mientras acuden a la caixa a pagar el crédito con el bocadillo de salchichón tarradellos en la mano.

Y eso sin tener en cuenta que Cervantes era –como también parece que mantiene Bilbeny- de una familia apellidada “Servants” o “Sirvent”, no sabemos si ya heladeros y turroneros, y en realidad Rocinante era Ruc-inant, porque era un poco burro (ruc es nuestro rucio). Tampoco deberíamos ignorar que Colón era catalán, que los vascos descienden directamente de Noé y que el castellano es un dialecto del gallego. Y de estas cabezas es de donde está saliendo la refundación zapatera de Espanya.

Si quieren pasar un buen rato, visiten el diario digital e-noticies.com. Allí se encuentran los comentarios más entretenidos que puedan imaginar sobre el asunto que les refiero y sobre muchos otros. El catalán es muy fácil, como lengua hispánica y hermana que es, lo que a los “catalibanes” les molesta mucho porque les rompe la diferencia lingüístico-cultural (están pensando prohibir el porrón desde que saben que los malvados castellanos sudistas también lo usamos), y las controversias revelan los caletres que gobiernan Cataluña y España hoy. Lo bueno, lo que sostiene una cierta esperanza sobre la Cataluña que amamos (de la que acaba de tener que irse uno de sus más ilustres hijos, Albert Boadella), y que hoy resulta ser la región más paleta de España, es el humor que rezuman muchos de los propios catalanes que intervienen para descojonarse del catalanismo. Trascribo, con traducción entre paréntesis, algunos:

-“Hamlet, Les trois musquetaires, El Mahabarata”, realmente se llaman «Amb llet» (Con leche), «Els tres trabucaires» (Los tres bandoleros) i «la Maca barata» (La Maja barata).

-“Otra muestra mas del expolio españolista hacia Cataluña. Tambien Cervantes era catalán, y Nebrija hizo una primera gramática en catalán pero la Inquisicion castellana se la quemó. Tambien está demostrado que Isabel la Católica era de Reus.”

-“Atención, según el último trabajo publicado por el prestigioso filólogo Periquet de Molins se ha descubierto que Dante nació en Albaterrec (Lleida) y la Divina Comedia fue escrita en catalán. De hecho, el acto del infierno está inspirado en Carod y Joel Joan” (Nota: actor catalán, que salía en “Periodistas”, y que es hoy la encarnación del odio a España) .

-“Queridos amigos: leí «La Tieta Tul.la», de Miquel D’Unamú, así como la «Tragicomèdia d’en Calixte i la Melibea», de Francesc de Roges. Me dispongo a empezar «El millor Batlle (‘alcalde’), el Rei», de Llopis de Vega, y «Sol.lituts» de Antoni Matxat. Imprescindibles.”

-“Si el estudio hubiera salido antes, podriamos haber llevado «La vida del Llàtzer de Tormos» a la Fira de Frankfurt! Quina pena!”

Y ahora veamos uno donde manifiestan su sentir profundo y el odi que les mueve:

-“Impossible!!!!! No hi ha cap novel.la més espanyola que el Lazarillo. Un mort de gana que constantment s’aprofita de disminuits per tal de mal sobreviure. És l’essència del espanyol.” (Imposible. No hay novela más española que el Lazarillo. Un muerto de hambre que constantemente se aprovecha de disminuidos para sobrevivir. Es la esencia del español.)

Este último comentario se culmina con la noticia que abría ayer ‘e-noticies’: Óscar López Bofill, profesor de Derecho, en nombre de la Esquerra, socia de ZP y Montilla, proponía en la presentación de la nueva campaña para aumentar sus afiliados que “ya no cabe intentar reformar el Estado español, sino que lo que hay que hacer es destruirlo”. Ya sabemos hacia dónde vamos. Eso sí, con una sonrisa.

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