El estudio y la vivencia de “La Palabra de Dios” contenida en la Biblia es tarea-ministerio esencial en la constitución de la Iglesia. Esta no sería posible, ni se correspondería con el plan de Dios sobre ella, si su proclamación se impidiera, se improvisara o se malinterpretara en conformidad con intereses personales o de grupo. Las verdaderamente nefastas desgracias de la Iglesia procedieron y proceden radicalmente del perverso uso que se hizo y se hace de la Sagrada Escritura.
Jueves, 21 de febrero