Obispos-obispos no hay muchos. En número, hay menos que sacerdotes o curas Con ponderaciones y valoraciones distintas, con frecuencia se dice que los obispos son “demasiado”. Seguramente porque están revestidos de rojo, su presencia social, pastoral y sacramentaria es más perceptible que la de los simples curas. No es que los obispos sean “rojos”, sino que están revestidos de rojo. La mayoría de los obispos son blancos. Irreversiblemente blancos. O no tienen color. Ni siquiera el que los distinguiría por imperativo litúrgico o para-litúrgico. Eso sí, viven en palacios, y tal circunstancia imprime carácter, al igual que los títulos eminentísimos con los que los protocolos civiles, exigen ser tratados y considerados. Cuentan con privilegios también civiles y, por demás, con los religiosos. Unos y otros, son respetuosamente sagrados, que para sí quisieran algunos curas y muy pocos laicos. Su situación en la que se llama “carrera eclesiástica” la aceptan con caridad, obediencia y sumisión.
La gravedad existente en la relación de los pecados “religiosos” con el dinero, en la pluralidad de versiones, -paganas o no-, es ciertamente descalificadora y denigrante. Diríase que imperdonable, aunque la “pobretonería”, escasez e insuficiencia en sus cantidades pudieran dar impresiones contrarias. “Manmón” –“ídolo de oro”- como “figura del diablo que esparce monedas en su alrededor y que atrae a los hombres hacia los placeres de este mundo, pero que los abandona a la hora de la muerte”, es el “dios del dinero” por antonomasia, al que se le rinde culto en multitud de ocasiones, y hasta de por vida., estableciendo con el verdadero Dios un pugilato, tal y como refiere san Lucas en su evangelio (16,13):”No podéis ser servidores de Dios y de Manmón”.
En realidad no se llama Montse. Se llama Beatriz. Lo que pasa es que, con la “catalanización” tan perseverante a la que se nos tiene sometidos en los últimos tiempos sociales, políticos y para-litúrgicos, esta advocación de la Virgen parece prevalecer sobre otras, tanto o más genuinas, pero que no son “Morenettas”, ni, por tanto, sin expresa denominación de origen.
Con cierta e “impiadosa falta de aprecio”, la RAE apunta la palabra “clerigalla” como “el grupo social formado por clérigos” y sucedáneos. Como en tantas otras esferas de la vida, las generalizaciones las tenemos vedadas, con esmerado respeto y admiración para tantas personas –mayoría o no-, que cumplen a la perfección, y ejemplarmente, con los cometidos profesionales o vocacionales de sus respectivos ministerios. Sensibilizados con los hechos y noticias “eclesiásticas” constadas con toda clase de datos y argumentos, redacto las siguientes sugerencias.
Ni ayer, ni hoy, ni mañana la retransmisión dominical “oficial” de la misa por la Segunda Cadena de Televisión Española merece una batalla, y menos una guerra en el “plató” de las relaciones Iglesia-Estado. Si, París, con ser París, capital de Francia, llegó a valer una misa, los tiempos han cambiado de tal modo, que hoy resulta extraño, incomprensible, anticristiano y hasta inhumano, que la celebración televisiva de la santa misa rompa las ligaduras amistosas de la convivencia cívica y religiosa entre los españoles. Una misa, y menos la de la televisión, no justifica guerra alguna.
Jueves, 21 de febrero