Hermosillo

Efrén Mayorga

Necesitamos que haya detractores: Sebastián

+Necesitamos que haya detractores: Sebastián
+Sebastián: Escultor poliédrico

Una muy buena y oportuna entrevista hace Andro Aguilar a Enrique Carbajal González con motivo de las siete décadas de su existencia en este mundo, en nuestro universo; Sebastián es el escultor más grande e imaginativo artista mexicano.

Extraordinaria entrevista que reailza Andro Aguilar a Sebastián; escultor con el que me toco compartir el proyecto de instalar en Mexicali unos de sus extraordinarios trabajos escultóricos en la frontera norte; ahí junto con Carlos Sanchez de la Peña con mucho entusiasmo se busco concretar el propósito, justo cuando se inauguro la nueva central camionera de Mexicali.

Léela usted, el periódico Reforma en su suplemento Revista R la publica hoy:

“Necesitamos que haya detractores”
Cd. de México (12 noviembre 2017).- En 1970, en sus primeros años de ejercicio artístico, Sebastián imaginó una gran escultura proveniente del Cosmos, que aterrizaba en México y se introducía en el planeta Tierra, cuyo tamaño era insuficiente para contener esa pieza. «Maquetas: la escultura más grande del mundo» fue el manifiesto en el que el chihuahuense planteó la posibilidad de construir esa gran obra en la que sobresalieran fragmentos en diversos puntos del planeta.

Casi medio siglo después, el escultor parece ir en esa ruta, quizá de manera fragmentada.

Con obras monumentales en más de 20 entidades de México y en al menos una docena de naciones de tres continentes, Sebastián es el escultor mexicano con mayor presencia en las urbes de México. Ha levantado más de 100 piezas monumentales en el territorio nacional, y más de 160 en otros países.

El artista asegura que llega «acelerado» y con gran vitalidad a sus 70 años de vida y medio siglo como creador, produciendo arquitectura, haciendo investigación en nano escultura y continuando con su colocación de piezas gigantes en distintos puntos del territorio nacional.

Como sus piezas basadas en principios geométricos, Sebastián es un poliedro: pintor, escultor, arquitecto, grabador; diseñador de muebles, joyas y automóviles que podrían ser construidos por una empresa alemana de lujo.

Y es, también, un empresario que ha colocado su nombre como una de las marcas mexicanas más rentables del arte. No ha tenido empacho para trabajar de manera directa con gobiernos de todos los partidos, para plantar sus piezas en espacios públicos y financiarlas con recursos del erario.

Días antes de celebrar sus siete décadas de vida, el escultor asegura que el continuo ritmo de creación lo alimenta de vitalidad.

«Si te paras de producir, es que eres muy flojo. Como no se me da, sigo produciendo. A veces me critican por tener tanta producción, pero bueno, el pararte es morirte».

50 después de Camargo

A los 16 años de edad, Enrique Carbajal González viajó más de mil 200 kilómetros con sólo una valiosa posesión: la certeza de que su vocación estaba en las artes plásticas.

Dejó su natal Camargo, un municipio semiárido de Chihuahua que llega a alcanzar los 40 centígrados de temperatura. Y llegó a la Ciudad de México para estudiar arte. 54 años después de aquel viaje, Sebastián ha estampado su firma en cientos de piezas regadas por México y países de Europa, Asia y América.

Enrique Carbajal es el más pequeño de tres hermanos. Dejó la casa donde nació para recrearse a sí mismo. Empezó por un nuevo nombre, convertido ya en una marca internacional.

Es tanto el arraigo con este seudónimo, que sus hijos y su compañera, Gabriela González Laris, lo conocieron así.

Próximo a cumplir los 70 años de edad, Sebastián está enfocado en la arquitectura, en la que ya suma tres obras en los últimos cuatro años, y ha pasado de elaborar esculturas de más de 60 metros de altura, a trabajar en la realización de piezas que sólo podrán ser vistas a través de microscopios.

Todo ello, con el lenguaje «sebastino», enfocado en la geometría y las matemáticas.

En la fundación que lleva su nombre -un edificio de San Pedro de Los Pinos construido por él mismo, que se ha expandido de manera gradual-, Sebastián exhibe los frutos de una de sus principales características: su capacidad para hacer amigos.

Retratado con personajes tan diversos como Plácido Domingo, Juan Ramón de la Fuente, María Rojo, Francisco Toledo o Diego Fernández de Cevallos, el escultor dedicó un muro completo para exhibir sus relaciones sociales.

En ese lugar tiene su taller de escultura metálica con una treintena de trabajadores; un taller de grabado y un taller de cerámica.

El mismo sitio donde funde el metal para dar vida a sus creaciones sirve como recinto para celebrar su cumpleaños desde hace dos décadas, un convite anual al que acuden todo tipo de invitados. El año anterior, aparecieron en el festejo, desde Raúl Salinas de Gortari hasta el conductor de La Hora Nacional, Pepe Campa.

El origen

Enrique Carbajal González creció al lado de su madre Soledad, su abuela Ramona y sus dos hermanos, Raymundo y Ramón, que le llevaban más de 10 años. Una diferencia que le significó crecer prácticamente como hijo único.

La figura de su madre fue fundamental en su formación artística.

La mujer, dedicada a la costura de vestidos, lo indujo a pintar, a jugar con las formas. También le enseñó a cortar telas para ropa.

Ese conocimiento le ha servido para incursionar en el diseño de moda y organizar pasarelas con las que llegó a París, una de las capitales mundiales de la moda.

«La intuición y vocación de la infancia es fundamental para toda tu carrera, y para todo tu lenguaje. Y mi lenguaje lo he metido en realizaciones de todo tipo: en arquitectura, pintura, grabado, escultura, moda, joyería… le he entrado un poquito a todo», explica en la galería construida 8 metros bajo el nivel del piso en su Fundación.

Casi desde los cinco años de edad, Sebastián sentía la necesidad de moldear figuras. Lo hacía con barro o con la masa para las tortillas que le robaba a su madre.

Sin ser una especialista, la mujer fue la primera que le habló al niño de los griegos, los egipcios y la Escuela Mexicana de Pintura.

«Un poquito más grande, a los 8 años, me iba a la peluquería y revisaba la revista Siempre!, que era grande. En las páginas centrales tenía una sección de color donde venían los artistas mexicanos, los grandes muralistas, Orozco, Siqueiros, Rivera. Y venía también el maestro Soriano muy joven. Me emocionaba viendo eso y añoraba y quería ser un pintor».

El artista relata que entre las pertenencias de sus hermanos halló un catálogo de editoriales españolas que incluían tutoriales de pintura con acuarela y óleo.

Con ayuda de su madre, los solicitó por correo.

«Me iba solo al río, ahí al barranco, y empezaba a leerlos, y me llevaba acuarelas y empezaba a pintar con lo que decía el libro. Fue un gran apoyo a mi vocación y mi voluntad».

Al chihuahuense le gusta bromear que creció con Soledad, en alusión al nombre de su madre y su condición en la familia.

Un poco más grande, las referencias del arte en el mundo las obtuvo de un álbum de la compañía de cerillos La Central, en cuyas cajetillas circulaban obras reconocidas en todo el mundo. Sus amigos y familiares le pasaban todas las imágenes para que lograra su colección de 300 estampas.

El primer acercamiento en un taller artístico fue en la Secundaria, con la maestra Enriqueta Visconti, quien además de darle clases de inglés dirigía un taller de dibujo.

La docente le hacía válidos dibujos y pinturas para poderlo evaluar en las clases del idioma. Y siempre lo motivó para que siguiera pintando.

Fue esa maestra quien le metió la idea de que viajara a la Ciudad de México para desarrollarse como artista.

Camargo no contaba con infraestructura para quien decidiera dedicarse a las artes. David Alfaro Siqueiros, camarguense que también salió hacia la capital, era la referencia del arte en su tierra.

De forma paralela, Sebastián aprovechaba sus habilidades artísticas con pequeños encargos. Hizo rótulos para tiendas y cantinas, y ayudó a elaborar ilustraciones como apoyo a los maestros rurales.

«Honestamente, desde niño vislumbré clarísimo lo que yo quería hacer y para lo que yo quería existir. Y me entregué con una vocación inquebrantable. Pensé: ‘si en el camino pierdo la vida, habrá valido la pena’. Y lo hice. Y sigo así. Parece como si estuviera empezando porque los retos son igual de complejos y de grandes. Es una manera de estar con ganas de seguir haciendo».

A los 14 años de edad, le practicaron una operación de corazón abierto. El médico no le auguraba más de dos meses de vida y así se lo comunicó a su familia frente a él, quien optó por forjar una carrera pensando que estaba a contrarreloj.

A los 16 años de edad, partió a la Ciudad de México, para encaminarse a construir su «escultura más grande del mundo».

El fantasma de San Carlos

Enrique Carbajal llegó a la Ciudad de México para estudiar en la Academia de San Carlos, donde vivió la etapa de fortalecimiento de su carácter.

Trabajó en un restaurante y como mensajero y, para sobrevivir, se quedaba a dormir en la Academia.

Las primeras noches lo hizo de manera clandestina, para que un velador de nombre Enrique no se diera cuenta que dormía dentro de los talleres.

Había ocasiones en que el vigilante tenía que apagar la luz varias veces.

«A veces no dormía y me ponía a trabajar en el taller que se me antojaba. Casi siempre recurría a trabajar en el barro, el yeso, en la escultura».

El velador llegó a pensar que ahí habitaba un fantasma. Hasta que una noche descubrió al estudiante y lo llevó a la dirección. El director de la escuela y el profesor de Escultura acordaron que le darían permiso de dormir ahí, con la condición de que llegara antes de la medianoche.

El velador y el estudiante se hicieron amigos.

Sebastián recuerda que en las noches de luna aprovechaban esa luz para beber tequila y conversar sobre los artistas que habían pasado por ahí:

«Me daba por mi lado y decía: ‘Y ahora: el gran Sebastián, que un día…’ Me metía en la cabeza que iba a llegar. Era maravilloso. Era como soñar algo extraordinario».

De Enrique a Sebastián

Dentro de una sala de las galerías de su Fundación, el escultor Sebastián asegura que siempre supo que iba a llegar al sitio donde hoy se encuentra.

«Lo visualizas», asegura.

El artista relata que ya había pensado en buscar un seudónimo con el cual firmar sus obras. Pero, añade, Sebastián llegó como un designio del destino.

Una mañana, debido al poco sueño y la mala alimentación, se quedó dormido en una clase del maestro Alberto de la Vega, quien lo puso como ejemplo para ilustrar las características de un retrato de San Sebastián, realizado por Sandro Botticelli.

Cuando despertó, todos rieron. Lo empezaron a llamar San Sebastián.

Un año después, acudió a una comida que los republicanos españoles le organizaron al estonces candidato a la Presidencia de la República por el PRI, Luis Echeverría Álvarez.

«Usted se escapó de un cuadro de Botticelli», le dijo quien después sabría era el poeta Carlos Pellicer.

Un año más tarde, una crítica francesa que lo entrevistó lo comparó en su descripción con el San Sebastián del pintor renacentista Andrea Mantegna.

«El santo me está persiguiendo», pensó el chihuahuense. «Qué tal si me cambio Enrique por Sebastián, es más contundente».

Tomó en cuenta la carga semántica y la tipografía a la hora de firmar.

«Estaba pensando en mercadotecnia. Si no le pongo acento, va a parecer internacional. Empecé a hacer la firma. Empecé a pensar qué apellido le pongo, porque Carbajal no suena. Es natural: Sebastian Escultor. Es un nombre, es una marca. Cuando vi la tipografía, dije sí, es una marca. Escultor es como si estuviera escrito casi en inglés, se parece la palabra. Pensé: es una buena marca, una buena imagen que se le va a pegar a todo mundo. Lo registré y era mi marca, mi nombre y todo».

El camino de Sebastián

En 1968, como la mayoría de los estudiantes de su generación, Sebastián salió a las calles a protestar. Él fue uno de los detenidos pero, a diferencia de otros creadores, no se convirtió en un activista.

Al preguntarle las principales diferencias entre el gobierno de 1968, y el actual, el escultor dice: «Las cosas no han cambiado mucho; pero México, a pesar de todo, resiste y los resiste a todos, y avanza, por su pueblo, por su gente, por su profunda tradición. La buena voluntad y la pasión de hacer y decir no lo puede acabar nadie. México sigue fuerte y presente. Últimamente con el sismo lo vimos».

Justo en el 68, él intensificó su producción artística. Ese año montó Desplegables, su segunda exposición individual, en la Galería Pecanins, donde reunió más de 200 figuras de cartón con formas geométricas.

Ese mismo año, en la Galería del Centro de Estudios Avanzados de la Ciudad de México, expuso el concepto que desarrollaría a lo largo de toda su carrera: la escultura más grande del mundo.

En 1971, el chihuahuense quería estudiar Francia para lo que necesitaba una carta de recomendación. Buscó a la académica Ida Rodríguez Prampolini afuera de la Facultad de Filosofía y Letras.

Al verla, le enseñó una serie de formas geométricas de cartón, que llevaba envueltas en un paliacate.

«El talento de aquel joven que dijo llamarse Sebastián, a secas, era evidente», narró la recién fallecida crítica de arte en un artículo publicado años después.

«Tienes que conocer a Mathias Goeritz. Yo te voy a ayudar, es mi marido», le dijo a Sebastián.

Goeritz convenció al joven chihuahuense de no irse a Europa. Le ofreció que lo asistiera como profesor adjunto en la Facultad de Arquitectura, y él aceptó.

Goeritz es una de las grandes influencias en la carrera de Sebastián. El artista europeo le hizo tomar conciencia de la importancia de la escultura en el país y la monumentalidad proveniente desde la época prehispánica. Es en honor a él que el primogénito del chihuahuense se llama Matías.

Es en 1972 cuando monta su primera gran exposición individual: «Sebastián, estructuras articuladas», en la Galería Mer-Kup, de Polanco.

A la preinauguración acudió el matrimonio del artista oaxaqueño Rufino Tamayo y la pianista Olga Flores, quien se interesó por una pieza.

La dueña de la galería, la polaca Merl Kuper, comenzó una campaña comercial entre los conocidos y aficionados al arte, con el argumento de que la compra del artista oaxaqueño elevaría los costos de las demás piezas de Sebastián.

«Se vendió todo. Fue empezar con el pie derecho», recuerda Sebastián.

Las esculturas monumentales de Sebastián comenzaron en 1974, con la pieza Construcción, una pintura mural de 40 metros cuadrados realizada para el Colegio de Ingenieros.

Pero su primera escultura monumental es Glorieta, con 10 metros de diámetro, colocada en Villahermosa Tabasco en 1976.

Para ese año también expone su primera pieza de joyería, en plata, en una muestra colectiva que llega a París y Moscú. Con otra exposición llega a Holanda y Suiza.

En 1980, Sebastián colocó su primera escultura internacional: Trono de Nezahualcóyotl, de 3 metros, en Vancouver, Canadá.

En 1985, el chihuahuense levantó la que era hasta entonces su escultura más alta. Con 20 metros, la Puerta de Monterrey fue colocada en la carretera que conecta Saltillo con la capital neoleonesa.

La obra, dijo el artista, materializó el sueño de hacerle una puerta al desierto.

«Construida, pude ver la grandeza de una obra que tiene lo primitivo y lo moderno. Y está puesta en un entorno rural en aquel tiempo. Ahora urbano. Era emocionante ver las moles de la puerta de Monterrey y ver que eran primitivas como los Dolmenes y Menhires y al mismo tiempo con una geometría moderna. Con prismas antiprismas que hacían que la perspectiva de la velocidad hicieran que se abriera y cerrara la puerta. Era un logro de monumentalidad», dice.

Para 1989, las esculturas «sebastinas» llegaron a Europa.

Sebastián y el poder

Medio siglo después de que inició su carrera, Sebastián ha dejado claro que sabe gestionar la comercialización de su obra. Tiene preciso cuidado de sus creaciones. Los tres colores primarios con los que pinta la mayoría de sus esculturas colocadas en espacios públicos, por ejemplo, tienen registro de derechos de autor.

El chihuahuense rechaza que su basta producción obedezca a sus relaciones con algunos políticos, principalmente del PRI, un partido al que ha dicho que no le da pena pertenecer (Reforma, 26/12/2014).

En 1996, por ejemplo, inauguró en las instalaciones de Médica Sur la exposición Espacios eternos de Sebastián para Laura Riojas de Colosio, dos años después del asesinato del candidato del PRI a la Presidencia de la República.

Sebastián asegura que quienes critican su sistema de financiamiento desconocen exactamente lo que pasa.

«Casi todas han sido siempre hechas por cooperación, por voluntad de varias empresas, por donaciones y con voluntad política, económica y social. Si no hay esas voluntades, no se puede hacer. No puedo hacer una obra con mi voluntad plástica. Ha sido criticado porque o es una voluntad política de un partido u otro. He trabajado con PRD, PRI, PAN», argumenta.

Sebastián cuenta que le advirtió al gobernador panista Francisco Barrio que lo iban a criticar antes de hacer dos obras durante su sexenio.

«Fui abiertamente con Pancho Barrio y le dije con toda franqueza: ‘puede no convenirle hacer las esculturas, porque van a criticar que yo pertenezco más al PRI que al PAN. Lo van a criticar’. Él me dijo una cosa y nos hicimos amigos para toda la vida: ‘Hágalas. El arte no tiene partido'».

Aficionado tanto a Mozart como a José Alfredo Jiménez, Sebastián es un hombre de carácter dominante, con debilidad por los postres.

Su esposa Gabriela considera que es la necedad la que lo ha llevado a donde está. Su hijo Matías afirma que una de las mayores enseñanzas que le ha dado es perseguir sus objetivos.

El chihuahuense dice que las críticas siempre le van a llegar.

«Me critican porque piensan que se hace un derroche de dinero, como dices, y se tira el dinero. No es cierto… para el espíritu humano nunca el dinero se tira. Además no sale de lo que está ya catalogado para cuestiones populares o para ayudar al pueblo. Tal empresa dona la cimentación; tal empresa, el hierro; tal empresa, la soldadura: bueno, la mano de obra se tiene que pagar porque los trabajadores comen. Da trabajo al pueblo, a los trabajadores, creo que es lo único que se paga.

«Sale costando la pieza para el erario público nada y tienen una obra que van a pasar muchos años y muchos gobiernos van a seguir colgándose un listón de decir: vamos a repintar esa pieza extraordinaria que es un símbolo de tal época. Es así. Uno tiene que asumirlo y entenderlo y soportarlo».

Las opiniones del público hacia su obra son polarizadas.

En Twitter, por ejemplo, la usuaria @flaviafrei escribió el pasado 28 junio:

«Amo esa escultura, como todo lo que ha hecho Sebastián. El día que la descubrí en la @UNAM_MX lloré de emoción y alegría. #NuevaVida #Mexico», refiriéndose al Tláloc colocado en 1980 en el Centro Cultural Universitario.

Otros, en cambio, califican la llegada de su obra como un castigo:

«No te deseo el mal, pero ojalá que tu gobierno compre una escultura de Sebastián y la coloque en la avenida principal de tu pueblo». (@Pavel_Argaez).

Pero Sebastián dice que la polémica le viene bien a su obra.

«La controversia permite que tú salgas a explicar lo que hiciste en todos los sentidos. Y empiezas a tener adeptos gracias a esa controversia y a hacerte más famoso».

Eso ocurre, afirma, principalmente con las grandes obras públicas.

«Pasan los años y viene mi explicación de cosas para poderla construir y se va aclarando y se va llenando de significado y va teniendo más adeptos o detractores. El Caballito empezó con 80 por ciento en contra.

«Necesitamos que haya detractores para que eso se mantenga y exista. Si es digerida, es algo que ya pasó, que ya no tiene importancia».

-¿No se arrepiente de alguna de sus obras? -se le pregunta.

-No, al contrario. Y sé lo que va a venir cuando estoy haciendo una gran pieza y que, tanto con los detractores, como con los que no la comprenden o los que les parece una novedad, va a empezar a suceder eso. Y van a decirte cosas tremendas, horrendas y tú tienes que asumir que para eso estás. Porque tú eres un hacedor de esos objetos que provocan y que dan cachetadas de color o cachetadas de monumentalidad y provocan todo. Te critican, te siguen criticando y la razón te la va dando el tiempo. Por ejemplo, el Guerrero Chimalli: lo vislumbras y lo intuyes. Yo decía: «si pongo el guerrero Chimalli, el pueblo de Chimalhuacán lo va a asimilar y lo va a hacer suyo. Lo va a sentir como un ícono que los represente. Lo van a adoptar y lo van a querer» -comenta.

El Guerrero Chimalli costó 30 millones de pesos al municipio de Chimalhuacán, gobernado por Antorcha Campesina bajo las siglas del PRI, y es una de sus obras más polémicas. Y la favorita de los creadores de Memes.

Sebastián sabe que esa obra ha sido comparada con un espantoso robot, pero dice que la función del arte público es provocar en el espíritu humano cuestiones místicas, de alegría o sólo para ubicar un entorno. O, simplemente, lograr que un niño que vive en la zona lo adopte y lo llame «señor Chimalli».

-Cuándo tenga que partir, ¿cómo cree que va a ser recordado? -se le cuestiona.

-Como el escultor polémico de México -responde de botepronto, con una sonrisa, y después matiza: N’ombre… Voy a ser recordado por los libros. Hay muy buenos libros que pintan lo que yo hice. No me preocupa mucho. Puede ser que se estanque o que suba. Es la condición de todos los artistas.

Si pudiera elegir, Sebastián preferiría que la gente pensara en él como un norteño irredento que nació en la tierra de Camargo, cuyos logros son para México.

«Es un orgullo», asegura, «todas las esculturas del mundo que tengo están hechas aquí en México, eso emociona».

Hora de publicación: 00:00 hrs.Revista R , del periódico Reforma, www.reforma.com, domingo 26 de noviembre y 12 de noviembre de 2017. Autor de la entrevista ANDRO AGUILAR

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