Hermosillo

Efrén Mayorga

Angustia y miedo; privilegiar la buena fe

+Si pudiésemos conocer el mundo como algo diferente a nosotros mismos…
+¿Qué es la mala fe? Es el mentirse a uno mismo, es ser a la vez el embaucador y el engañado
+No te afanes, alma mía, por una vida inmortal, pero agota el ámbito de lo posible.

Cada que se produce un cambio, individual, social o de temporal, la persona se crea expectativas o hasta cierta angustia o miedo ante la nueva realidad que esta por experimentar; por ello no esta por demás considerar algunos aspectos relacionados con la materia

He aquí el tema en cuestión:

Ser en el mundo:
Dice Sartre: «Ser en el mundo no es escaparse del mundo hacia sí mismo, sino escaparse del mundo hacia un allende del mundo que es el mundo futuro».

¿Para quién soy? Es una de las preguntas clave para la existencia. La respuesta egoísta sería: «Para mí», pero en nuestra particular y cotidiana existencia nos damos cuenta (aunque no siempre ni en todo momento) de que dicha respuesta no es efectiva ni funcional, que por el contrario necesitamos de otro que no habilite y que además necesitamos participar en y de la vida de ese otro.

Decimos «ser en el mundo» y en esa partícula lingüística «en» se encuentra marcada una unidad relacional biunívoca entre ser y mundo, estableciéndose una relación de mutua reciprocidad más que de simple contigüidad.

En estas circunstancias, luego entonces, cómo debo adaptarme a lo nuevo o de qué manera debiera existir una gradualidad o método de aceptación/aplicación/adaptación de lo nuevo externo en mi.

Ser es distinto a estar o a ser «junto a». El ser es «en» y no «junto a». Si pudiésemos conocer el mundo como algo diferente a nosotros mismos, entonces si podríamos hacer una separación demarcativa entre sujeto (hombre) y objeto (mundo), entre sujeto que conoce y objeto que es conocido.

Pero en realidad ser y mundo son ambos sujetos. En el primer caso, sujeto vs. objeto, habría una relación de contigüidad, por cuanto uno está al lado del otro; pero en el segundo, al ser parte co-constitutiva y co-creadora de ese mundo, la relación sería de mutua interdependencia.

En este sentido Merleau-Ponty decía que con el otro estamos en reciprocidad perfecta, queriendo entender con esto el que ambas partes buscan lo mismo, aunque dicha reciprocidad no sería del todo perfecta si nos centramos sobre los logros obtenidos, pues dándose lo mismo se puede llegar a resultados diferentes (contrapuestos o complementarios).

Permanentemente sería el otro quien nos confirma nuestro lugar en tanto la imposibilidad para uno mismo de ser testigo externo de su propia singularidad existencial. Somos testigos del existir de los otros, al tiempo que somos conscientes de que los otros son testigos de nuestro existir y es por ello que decimos que los otros confirman nuestro lugar. O sea, soy en tanto que tengo conciencia de que hay otro que me reconoce como otro ser diferente a él, pero similar en cuando a especie.

Qué tanto soy o somos todo unos o uno todos. ¿El partido, la afinidad ideológica, la conveniencia de subsistir me hace o nos hace un todo social o un uno más individual, nominal o particular?

En la práctica de la psicoterapia, por ejemplo, en una persona psicótica, a
diferencia de la persona «normal», el psicótico se considera el mundo y en consecuencia no reconoce diferenciaciones para con los otros seres, no es con el otro.

La libertad.
Somos libres en tanto no existe nada que pueda determinarnos plenamente ni obligarnos a mantener una conducta, aunque si pueden llegar a haber múltiples y diferentes tipos y matices de condicionamientos, siendo los más incisivos aquellos que se encuentran enlarvados en el ámbito inconsciente, ya sean en el propio y/o en el colectivo. Inclusive, ante un mismo condicionamiento, por ejemplo el que experimentamos ante los medios de comunicación masiva, no siempre resulta la misma respuesta, tanto a nivel individual como grupal (micro y macro).

La angustia y el miedo.
Decía Heidegger que hay para el «Dasein» (ser en sí mismo) una posibilidad permanente de encontrarse frente a la nada y descubrirla como fenómeno. Eso sería la angustia.

(me integran a la nómina, me desintegran del neocírculo social; eres libre de ser libre o nadie, ninguno?

La forma en que nos cabría enfrentar la nada, la cura de ese no-ser es la angustia. La posibilidad de seguir existiendo frente a esa nada es lo que estaría dado por la angustia.

Decía Freud: «Pienso que la angustia se relaciona con el estado subjetivo abstraído de cualquier objeto, mientras que en el miedo la atención está dirigida precisamente hacia un objeto».

En cambio, para Sartre, somos angustia y el miedo sería un sentimiento en relación a los otros. La angustia para este filósofo francés sería más un sentimiento dirigido hacia uno mismo.

Para Heidegger en la angustia es donde sentimos el mundo en su mundaneidad, es decir, como algo externo.

Mala fe y sinceridad.
¿Qué es la mala fe? Es el mentirse a uno mismo, es ser a la vez el embaucador y el engañado. Sartre decía que Freud reemplazaba la mala fe por una mentira sin mentiroso y en ese sentido se preguntaba como se puede ser censor de lo que decoroso o indecente, de lo que es tabú y de lo que no lo es, sin ser consciente de ello.

¿Cómo se adquiere esa conciencia? Existiendo y previo a la existencia no hay nada, por consiguiente el hecho de existir es el factor generativo de la conciencia.

Para poder ejercer el acto censurativo en cuanto tal, el inconsciente debería de contar con la posibilidad de tener una conciencia de tener conciencia (valga la redundancia) y de esa manera llevar a cabo la represión.

Lo opuesto a la mala fe sería la sinceridad, la que consistiría en la capacidad de aceptación de que no puedo ser en sí, lo que devengaría en el hecho de que mi existencia que es la búsqueda del ser en sí no tuviera sentido alguno, que no fuera sincera y por consiguiente sería mala fe. (Esto podría llegar a ser apreciado como un error filosófico de Sartre).

Así, pues,de todo lo expuesto bien se podría rescatar el hecho de que el evitar la excusa que nos libera de la libertad de que existan cosas que no pueden acceder a nuestra conciencia, de que existen cosas que no pueden ser gobernadas por nuestra libertad. Y con ello salvaguardar la angustia del no ser

En nuestra vida cotidiana el actuar de buena fe sería de hecho un ideal, situación que los propios medios de comunicación y en específicos los contenidos de los mensaje publicitarios (compra, compra; eres o no eres) se encargan de imponer sus propios valores sobre la sinceridad; ni que decir del accionar de los políticos a lo largo de la historia universal. Razón de más para no perder la fe; Sísifo, recordarían algunos, «No te afanes, alma mía, por una vida inmortal, pero agota el ámbito de lo posible»…
o la filosofía del absurdo de Albert Camus. Con textos e información general obtenida de: http://www.monografias.com/trabajos11/angusty/angusty.shtml
Albert Camus https://es.wikipedia.org/wiki/El_mito_de_S%C3%ADsifo

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