Antonio y su GPS

Mis amigos Antonio y Marisa tienen una casa muy bonita en Ahedo de las Pueblas, al norte de la provincia de Burgos y cerca del Pantano del Ebro. El otro día, tras una intensa jornada de paseo, comida frugal -a base de croquetas, morcillas y cabrito asado- y varias horas de coche, les hicimos una visita. Al llegar a Ahedo cruzamos todo el pueblo en dos minutos para llegar al final, donde está su casa. No diría yo que Ahedo, que pertenece a la Merindad de Valdeporres, sea una megalópolis propiamente dicha, de hecho el pueblo tiene cinco habitantes fijos y apenas unas decenas en verano.

Como llegamos de noche y muy cansados decidimos visitar el pueblo al día siguiente, cosa que ya repuestos y tras un copioso desayuno nos dispusimos a hacer con Antonio de guía. En principio visitar Ahedo no parecía una empresa muy difícil ya que a unos cinco metros de la casa de Antonio y Marisa está la carretera asfaltada que recorre todo el pueblo, pero las apariencias engañan y claramente pequé de ingenuo cuando me pareció que la visita a downtown Ahedo estaba chupada. Deberían habérseme saltado todas las alarmas cuando vi a Antonio coger el GPS, del que ráramente se separa a nada que se aleje más de cinco metros de su casa, caminando o en bici, cosa que hace con frecuencia. El GPS y su Marisa son los faros que iluminan y desbrozan el camino vital de Antonio, si bien he de precisar que Marisa lo ilumina mucho más y con mucho más acierto que el GPS, y además, a diferencia de este, no se queda sin pilas y no se equivoca.

Antonio es piloto profesional desde hace treinta y muchos años y sus pasajeros pueden dar fe de que jamás se ha perdido. Por otra parte hay que decir que es famoso entre los aventureros, ciclistas y excursionistas españoles por su habilidad en la navegación, sea esta con sextante, estelar, o cartográfica, pero sobre todo por GPS. Sus atajos y rodeos, que casi nadie más es capaz de ver con la nitidez que los ve él, son legendarios y en esta faceta es probablemente el número uno en España, no tiene rival. Sin ir más lejos el día anterior nos había llevado a Ahedo no por el camino aparentemente más corto -unos treinta kilómetros-, sino en un rodeo de exploración geográfica que incluyó varias provincias de España y estoy convencido de que también parte de Portugal. Menos mal que íbamos en coche.

Así las cosas, en vez de tirar de frente hacia el pueblo la visita comenzó con Antonio y su GPS comandando un brusco viraje de unos 110 grados a estribor, hacia donde las casas dejan de existir y lo que es el pueblo, propiamente dicho, se acaba. El último vestigio de la existencia de vida humana fue la piscina municipal, que consiste en un riachuelo de agua cristalina y fresquita, retenida por una pequeña presa donde los que se atreven se pueden bañar estupendamente. Fue allí donde siguiendo las indicaciones de nuestro guía perdimos de vista las últimas casas del pueblo -con cierta melancolía por mi parte y, por qué no admitirlo, con bastante preocupación- para tomar un sendero que al poco desapareció por completo. Poco a poco nos introdujimos cada vez más, tras cruzar varios praos con la yerba por la rodilla, en la espesura de un bosque. Para entonces ya me había percatado de que estábamos ante otro de los rodeos/atajos de Antonio y también -horror- de que me había dejado el kit en casa. El kit para atajos de Antonio, imprescindible para la supervivencia humana, consiste básicamente en una mochila con los siguientes objetos: brújula, cerillas, radio HF, machete para abrirse camino, tienda de campaña, saco de dormir, agua y provisiones para dos o tres días, botiquín, bengalas, hacha, arma larga con su correspondiente munición y radiobaliza de emergencia. Y no vayan a pensar ustedes ni por un momento que pueden prescindir del kit por el simple hecho de que están con Antonio y su GPS en mitad de Manhattan, Hyde Park, los Campos Elíseos o Chamberí. Si ven que Antonio saca el GPS corran a buscar el kit, no hacerlo seria un error monumental como el que cometí yo en la visita a Ahedo.

Pero para nosotros era demasiado tarde. De nada valió que el faro que ilumina mi vida, mi Pilar, sacara su google maps y explicara a nuestro guía que aunque estábamos completamente perdidos la foto del satélite demostraba fehacientemente que estábamos a apenas medio kilometro del pueblo como vuela el cuervo (para nosotros, esquivando lo peor de la espesura, quizá un kilómetro). Fue inútil, para Antonio la información de su GPS es sagrada y lleva sus indicaciones a rajatabla. Aunque parezca mentira el GPS le mandaba ir hacia el sur, en dirección al estrecho de Gibraltar y África, lo que son las cosas, en sentido completamente opuesto a la foto de Google, y al pueblo de Ahedo de las Pueblas.

El sol apretaba y nuestra situación empeoraba por momentos, a pesar de que un rato después alcanzamos a atisbar entre la espesura los tejados de Ahedo, pero el GPS no tenía su mejor día y una vez más resultó que por ahí no era. Vuelta atrás. Fue entonces cuando, para agravar mis penurias, sufrí el picotazo de lo que en principio pensé que era una avispa, aunque posteriormente, y dado el alcance de la lesión, varios expertos me han hablado de una araña, escorpión, víbora, e incluso personalmente pienso -y por favor esto que no salga de aquí, que no quiero causar alarma social- que pudo ser una medusa asesina australiana, por improbable que pueda parecer en un prao burgalés. Fuera lo que fuera, cinco días después he recibido atención médica y la amputación está prácticamente descartada, parece que salvaré la pierna.

El caso es que hora y media después de salir de casa a dar una vuelta por el pueblo, cansados, magullados, y tras haber recorrido el norte de Burgos y con casi toda probabilidad también una de las partes más recónditas y agrestes de la provincia de Cantabría -sin descartar haber pasado también por el norte de Palencia- hacíamos nuestra entrada en el sólido asfalto de las calles de Ahedo, que, insisto, está a cinco metros de la puerta de la casa de Antonio.

Dicho lo anterior, quiero dejar claro que el pueblo es precioso y si no se salen del asfalto la visita es muy segura y apenas se tardan quince minutos en recorrerlo. Les recomiendo que lo hagan, pero por favor no se confíen, que no es oro todo lo que reluce. Y si ven un tipo con cara de buenazo con un GPS en la mano ofreciéndose de guía no duden en llamarme para que les preste el kit. Con toda confianza.

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Enrique Zubiaga

Soy un aviador vasco que he visto mucho mundo y por eso puedo decir alto y claro, y sin temor a equivocarme, que tenemos un país increíble y que como España en ningún sitio.

Enrique Zubiaga

Soy un aviador vasco que he visto mucho mundo y por eso puedo decir alto y claro, y sin temor a equivocarme, que tenemos un país increíble y que como España en ningún sitio.

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