Libres e iguales

El señor de la foto que exhibe una hoja de papel se llama Neville Chamberlain y fue el primer ministro británico que precedió a Winston Churchill. Sería bueno que nuestros políticos leyeran las memorias de Churchill, seis tomos en los que cuenta en primera persona cómo vivió la Segunda Guerra Mundial. En el primero de ellos, que se titula muy acertadamente «The Gathering Storm», Churchill describe con pelos y señales cómo se llegó a lo que parecía imposible que pudiera suceder. Fue gracias a las políticas de «appeasement» (apaciguamiento) de su predecesor, que no tuvo lo que había que tener para plantar cara a Hitler cuando aún estaba a tiempo de hacerlo. Empeñado como estaba en evitar a toda costa una guerra, Chamberlain cedió y cedió hasta que ya no pudo ceder más y se encontró con la guerra. Y con cincuenta millones de muertos. Una vez más se demostró que los chantajistas y los matones se vienen arriba cuando ven que en cuanto se cabrean y amenazan a sus víctimas estas se arrugan y ceden a sus pretensiones una vez y otra, y otra más.

Obviamente no quiero comparar a los nacionalistas patrios de chapela y barretina con el nacionalsocialismo, pero no me digan que los métodos para conseguir sus fines no se parecen. Ni que no han tenido éxito en los últimos 35 años a base de amenazas, matonismo y exclusión de los que no son de la tribu y también de deslealtades, chantajes, desafíos y amenazas al Gobierno de la Nación. En el caso del País Vasco el desafío se reforzó poniendo 858 muertos encima de la mesa. Y, si bien en Cataluña hubo pocos muertos, en ambos casos hoy tenemos calles y plazas con los nombres de los asesinos, cosa que no ocurre en Alemania.

En fin, que hemos cedido tanto y hemos perdido tantos órdagos que por increíble que pueda parecer hemos llegado a un punto en el que son los ciudadanos los que tiene que recordar a sus gobernantes que ya esta bien de ceder y que están ahí para cumplir y hacer cumplir la ley. Ese recordatorio y aviso a navegantes es lo que hace este manifiesto que creo que hay que firmar. Yo ya lo he hecho.

Se podrá decir más alto, pero no más claro. A ver si hay suerte y Mariano se lo lee -y ya puestos, lee a Churchill- antes de su encuentro con Artur. Aunque, sinceramente y vistos los antecedentes, no tengo mucha fe en que no salga de esa reunión con un papelito en la mano como el que muestra un satisfecho Chamberlain a los británicos, recién llegado de su enésima bajada de pantalones ante Hitler en Münich, antes de explicarles su significado: «paz para nuestro tiempo». El papel era nada menos que la solemne promesa firmada por Hitler de que, pelillos a la mar, a partir de ese momento se iba a portar fenomenal.

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Autor

Enrique Zubiaga

Soy un aviador vasco que he visto mucho mundo y por eso puedo decir alto y claro, y sin temor a equivocarme, que tenemos un país increíble y que como España en ningún sitio.

Enrique Zubiaga

Soy un aviador vasco que he visto mucho mundo y por eso puedo decir alto y claro, y sin temor a equivocarme, que tenemos un país increíble y que como España en ningún sitio.

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