La liturgia de la Cosmoterapia según Israel Gil Martin

Nació como rosificado verso suelto glorificando la liberación femenina, dulce como un beso, ligero como una amapola, con brillos vintage y nombre predestinado. El Stealth Martini (treta, engaño de Martini), pasea su elegancia rosada desde 1950, cuando lo más imperante consistía en fardar a conciencia, copa del celebérrimo vermú italiano en mano, aunque su contenido fuese de cualquier otro destilado menos tendencia.

Ciertas leyendas urbanas cuentan que la anónima mano que meció el Cosmo lo hizo desde Massachussets, el más liberal estado del país de Mickey, hedonista bastión demócrata, kennediano por antonomasia y pionero en legalizar el matrimonio homosexual. Por su inequívoco color rosa, tampoco extraña que el engaño se aupara como mix predilecto entre gays universales, de las damas en general y al top ten de los clásicos de la coctelería contemporánea.

El rubescente invento resultó el choc del chic coctelero y la clave del asalto femenino al feudo masculino por excelencia, el zinc de los bares, donde campaban a sus anchas machos men y contundentes sabores etílicos prohibidos a las sufridas amas de casa estadounidenses, excepto en contadas parties mundanas.

En tales ocasiones, las damas extraídas de sus cocinas, estado majuril y escoltadas por sus legítimos, podían con demás socialites, acercarse a la confidencial happy hour
marital y saborear, el tiempo de una noche vigilada, los codiciados combinados de sabores y colores mágicos.

El cóctel, luciendo su llameante belleza sobre vertiginoso estilismo de acristalado stiletto (el vaso Martini) y armonías de vodka-cointreau, incluso adoptó otro nombre, al extasiarse un oportuno caballero sobre su carácter “cosmopolita”. El resultado provocó en ambos sexos un boom consumista y una irresistible moda, llamada “Girls Drinkers”. Así el engaño se mudó a suntuoso Cosmopolitan, paradigma del cóctel “girlie”, de afrutado sabor y deslumbrante color, dulcificado contrapunto a las estomagantes copas predilectas de rudos caballeros con gaznate curtido.

Medio siglo de reinado, el aplauso de McGyver y un tiempito en la cama de una ambición rubia, Louise Ciccone, hoy Madonna, confortaron su mito, bastante para que los focos hollywoodienses iluminando su triangular trono rubí, lo consagrasen bebida vips de sus saraos. Ampliando pedrigrí y tropa, aterrizó tal incandescente alhaja líquida entre los sofisticados dedos de Carrie Bradshaw, alias Sarah Jessica Parker, quien, enamorándose del Cosmo con sus tres amiguitas, se encargaron de publicitarle por doquier.

Con la catódica antropóloga sexual se volvió de rabiosísima actualidad y pululó sobre marquesinas de la Big Apple City, tan indispensable en la glamourosa vida de la escritora ficticia como los selectos Manolos calzando sus preciosas extremidades impecablemente pedicuradas.

Desde ese día, no hay sexo, ni city, ni pijerío urbanita de alto poder adquisitivo sin Cosmo a la vista, calificado de “erotic drink” en la serie homónima.

De ahí que se consumiese a granel de costa a costa por fórofos acérrimos, a modo de rosada Viagra etílica. Empero, el asunto adquirió tintes cómico-dramáticos cuando, despojado de su sonrosada cromática por las actrices ansiosas de verificar su audiencia multitudinaria, apareció con fondo de armario cambiado y enfundado en glaceadas transparencias de agrío sabor.

Con esos mimbres níveos el White Cosmo acomodó su pálidez cristalina entre celebrities y Nueva York atónita ante tanto cambio radical. Sustituído el rojo zumo de cranberry por el blanco, se desató una escandalera en la Gran Manzana. Los cosmólogos riñeron, el resto de la humanidad pasó del tema, sesudas encuestas aparecieron, mientras aumentaban consumo y floreciente negocio de las marcas alcohólicas componiendo sendas antagónicas recetas.

En fin, sea como sea y el personal enfadado, el legendario Cosmo rebosando sexo y estilo, seguirá deleitándonos con su emocionante anatomía de carnosa rosa líquida y adictivo sabor anaranjado. Parece inocuo, no lo es, véase el etilimetro, por su equilibrada composición provoca amable adicción y su delicada belleza de alba encendida, volcánica pasión.

Por consiguiente, se repite con desconcertante facilidad y su fuerza agazapada debe acompañarse siempre de la preceptiva tapita anti subidón. En caso contrario, se expondrá a salir a gatas, postura anti fashion, antipática, anti práctica, anti ligue y anti Sex in the City.

Hoy, a la salud de sus adeptos, lo confecciona un joven miembro de la Junta Directiva de ABE Castilla y León, as del shaker Israel Gil Martin, campeón de España en modalidad Pisco y de Venezuela también.

Con poderosa técnica e impresionante elegancia gestual, ofició en vivo y directo una superlativa liturgia de Cosmoterapia, admirable de perfección, magnífica de sabor y de sensacional equilibrio aromático. Podeís disfrutar de igual emoción y demás delicias clásicas o de autor, contactando al talentoso culpable para realzar con cócteles de ensueño sus eventos, fiestas, presentaciones y todo tipo de reuniones (familiares o laborales) al 655 624 774 o por mail ([email protected])

Música y más cosas para gozar de un Cosmo en condiciones: soft jazz meláncolico (Chet Baker, Frankie, Billie, Ella, Amstrong), blues pantanoso, soul…

Maquillaje: rímel a granel, gloss imprescindible, uñas impecables, femeneidad extrema

Perfume: París, de YSL (por sus notas de rosa)
Vestimenta: sexy urban, hyppie chic, tonalidad fuchsia
Ropa interior: sedosa, ir siempre preparada(o)

En casa: montarse una pinky rhapsody party, con alimentos de mimética cromática (jamón, salmón, rosbeef, fresas). Llenar el espacio festivo de peonías, rosas rosas, servilletas y mantel de ídem.

¡Good luck!

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Autor

Marie José Martin Delic Karavelic

Marie José Martin Delic Karevelic, apasionada periodista culinaria autora del blog ‘Fogon’s Corner’ en Periodista Digital.

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