Cuando la noche abraza la ciudad, el verde Embassy, cita VIP de los gourmets urbanitas, brilla tal luciérnaga en el corazón de la milla de oro madrileña.
Relax, buen rollo y farniente están a la vuelta de esa esquina mágica (calle Ayala con Castellana), al llegar la deseada happy hour donde oficia uno de sus más formidables sacerdotes, Cesar Ortiz Palomino.
Biblia ambulante del know how de los spiritual beverages, ese profesional de largo vuelo coctelero y madrileño de pro, se formó laboralmente en el mítico establecimiento en 1984.
Hoy ocupa las funciones de jefe de sala y bar, compaginadas con su misión formadora en la Federación de Asociaciones de Barmen Españoles, quince al total en la península ibérica, regidas por la IBA (International Bartenders Association).
Es bellísimo observar su actuación entre espejos centelleantes y mítico zinc de ese histórico salón de té, restaurante y catering que, desde 1931, destila lujo y clase en la Villa del Oso y del Madroño. Tal alquimista impaciente, sacando un brillo imposible a sus siempre impecables copas, Cesar domina con asombrosa simplicidad y personalísimo estilo, ese complicado arte sublime llamado coctelería.
Tiene ese excelso bartender la lección bien aprendida y una evidente fascinación para ese luminoso universo que habita con dinámica soltura, la apasionante mixología, preñada de literatura, swing, actores míticos, artistas universales y muchas, muchas anécdotas.
El oficio de barman, relativamente nuevo, data del siglo XIX. Cuentan que fue el atormentado pintor galo Toulouse-Lautrec uno de sus pioneros, testando al tuntún sus propias mezclas explosivas sobre valientes amigos-cobayas, reunidos en expectante corte etílica a la vera de un taller parisino apestando a absenta.
La Dry Law (Ley Seca)de la estricta Prohibición estadounidense relegó el cóctel al underground e infame clandestinidad, entre ocultos speakeasies de mala muerte y letal alcohol de contrabando.
A grandes males, grandes remedios y pronto unos listos camareros encontraron la treta perfecta, mezclar con nata, fruta, soda o leche, el demonizado sabor alcohólico. El engendro ingenioso engañó un tiempito a policía y liga de furibundas damas metodistas perteniendo al castrante Temperante Movement. Así nació la edad de oro coctelera.
El perfil cesariano reúne los requisitos contemporáneos inherentes a esa tarea, que muchos creen fácil ypero que, visto lo visto, pocos consiguen. Pasen y vean: diplomacia, cultura, discreción, culto al sabor equilibrado y paciente búsqueda de la perfección pasados por el blender de una prudente medición alcohólica. Elegancia consumida, sensibilidad a raudales y refinados gestos medidos completan el ameno personaje, él mismo sugerente cóctel de gentileza, permanente amabilidad y cortesía sonriente.
Del shot atómico al smoothie más actual, pasando por el divertido Side Car del mítico Harry MacElhone, encendido Blood Mary, flashy Manhattan, Americano, legendarios clásicos festivos como los Black Russian, Blue Lagoon, Singapore Sling, Zombie, saga de Martinis y demás delicias vintage tales Porto Flip, Silver Fizz o Pink Lady, nuestro hombre confecciona todo, absolutamente todo, con desenfadada sencillez, malabarismos controlados y magistral dosificación de destilados, frutas escarchadas, especias y aromas especiados.
Noctámbulos, fórofos y neófitos, acercaros al “culture bar” del magno Cesar, “emperador” del Alexandra, cuya cromática sombría, excepcional untuosidad especiada, féminino carácter y euforizante sabor fue nexo de nuestra longeva amistad.
Entrad en su multicolor mundo de sofisticados sabores y apetitosos colores, entre magia de shaker reluciente e impolutas copas tocadas de olorosas macedonias frutales. ¡Cheers a everybody!
En dos clics
y http://www.youtube.com/watch?v=72An969FkVA&feature=related, Cesar nos revela los secretos de la confección de un buen Alexandra.Embassy
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