Así es como nos quedamos mi hermana y yo hace unos días: de piedra. Justo yo me despedía de mi madre y ésta de un brinco saltó del confort del sofá para ponerse de pie (84 años) en un santiamén con la agilidad de un perrito que hubiera divisado una golosina.
(Pensé en las décadas de enfermedad física y mental arrastradas por mi madre y en el secreto de que haya llegado invicta a octogenaria: la fuerza de voluntad y el amor a sus hijos.Dejo aquí testimonio de mi admiración).