Tres días. Es el período de tiempo que me duran los efectos del jet-lag tras un viaje al Caribe. Lo tengo comprobado.
Es un tipo de cansancio difícil de describir. Tiene que ver con las ganas de echar una siesta pero también con algún tipo de desarreglo en los mecanismos del pensamiento.
Y hay también un punto de indolencia. De desinterés por las cosas entre manos al mismo tiempo que un deseo de pronta recuperación de la energía pérdida.
(La receta: el desarreglo se va solo. No hay que hacer nada. Tan sólo autorizarte a no estar siempre al cien por cien).