«Que Quico vaya a la charcutería «La Castellana» y le compre jamón a su padre».
El encargo telefónico venía de la pianista Alicia de Larrocha, fallecida hace una década, y fue recibido por mi madre. Era la época en que Juan Francisco Torra de Larrocha frecuentaba mi casa en la barcelonesa calle de Párroco Ubach. Era amigo de mi hermano desde el servicio militar (ambos nacidos en 1957). Su padre estaba en sus últimos días.
(Evoco la anécdota al ver a un Quico sexagenario y a su hermana Alicia brindando su testimonio en el documental sobre su madre «Las manos de Alicia» en mi vuelo a Dominicana con Air Europa. Reverberan en mi memoria los ruidos y onomatopeyas que prodigaba Quico y su festiva recreación en tiempos del servicio militar en la base aérea de Reus de la sintonía de Radio Barcelona «El Despertador»…)